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miércoles, julio 21
14:50

"JEAN GENET: ESCAPARATES Y PANÓPTICOS" de Sergio Macías



Os presentamos  la segunda parte del artículo sobre Jean Genet escrito por Sergio Macías y que formará parte del Libro editado por el Teatro Español con motivo de la puesta en escena de "El balcón", de Jean Genet con dirección de Ángel Facio.
¿Ya has leído la primera parte


JEAN GENET: ESCAPARATES Y PANÓPTICOS (1910- 1986). Segunda Parte. SAN GENET, COMEDIANTE Y MÁRTIR

Saint Genet es un libro virulento, grotescamente prolijo,
 con un cargamento de ideas brillantes,
sostenido por un tono de solemnidad viscosa
 y por una pesada reiteración.
Susan Sontag


Cuando Genet empezó a tratar a Jean-Paul Sartre estaba trabajando en tres novelas: Pompas fúnebres, Querelle de Brest y Diario del ladrón. Además, continuaba con Las Criadas. Fueron años de fecundidad creativa. En realidad, la totalidad de la producción importante de Genet se circunscribe a dos periodos: desde 1943 al 49, cuando escribe cinco novelas y algunos poemas, y desde 1955 al 57 en que termina tres obras teatrales y dos ensayos. El resto de su vida, con excepción de algunos discursos y artículos políticos, Cuatro horas en Chatila y su obra póstuma Un cautivo enamorado, la pasó prometiendo libros que jamás entregaba o, si lo hacía, enviaba un primer capítulo que jamás tenía continuación.
El encuentro que daría un giro brutal a la carrera de Genet se produjo en mayo de 1944 en el café Flore, que tenía a Sartre y a Simone de Beauvoir como clientes fijos a cualquier hora del día. También Giacometti, Camus y Roger Blin eran habituales del local. Genet tuvo siempre una relación más fluida con Sartre que con Beauvoir. Nunca terminaron de caerse bien del todo aunque, a pesar de ello, mantuvieron un contacto respetuoso durante años.


El 19 de agosto de 1944 la milicia asesinó a Jean Decarnin durante la liberación de París, un suceso que afectó enormemente a Genet. Pompas fúnebres esta dedicado a él. Además del sentido obvio del título, la palabra pompa, en argot, hace referencia a una felación. En la primavera de 1945 conoció a Lucien Sénémaud, un joven bisexual que se convirtió en su amante. Lucien (que en Un canto de amor interpretaría al preso con el tatuaje de Betty Boop) se casó después con Ginette Chaix, que tenía un hijo fruto de un matrimonio anterior, Jacky Maglia. Jacky se convertiría en una de las personas más importantes en la vida de Genet. El escritor le enseñó a leer y a conducir, y cuando Jacky, quizá para agradarle, comenzó a robar coches, Genet se presentó en el despacho de Gaston Gallimard para pedirle un millón de francos con el que comprar un Lotus de competición para Jacky.
Por las mismas fechas conoció también a Nico Papatakis, que regentaba un club en Saint Germain-des-Pres y tiempo después será el productor del único film de Genet.


En 1946 Barbezat, que un año antes había sacado a la luz una selección de poemas de Genet, publicó Milagro de la rosa en edición de lujo limitada. Pero Marc no disponía de los quinientos mil francos que Genet le pedía por Pompas fúnebres, así que se fue a Gallimard, donde tuvieron el manuscrito extraviado durante un año. Finalmente apareció y se publicó en 1947 sin nombre de editor. Parecía lo más apropiado para un libro que contenía alabanzas a los nazis y a la milicia francesa.
                                                                             
A principios de ese mismo año, Sartre estaba en Estados Unidos y, en una reunión con intelectuales de la Partizan Review habló en términos muy elogiosos de Genet: 
En este momento tenemos un verdadero genio en Francia. Se llama Jean Genet y su estilo es el de Descartes
A los pocos meses la revista americana publicó dos textos breves suyos, y tres años después salió el ensayo The World of Jean Genet en el que Eleanor Clark lo señala como el único sucesor de Proust y de Céline. En el verano del 46 conoció a Louis Jouvet, que entonces tenía sesenta años y era el director de escena más prestigioso de Francia. Jouvet leyó Las Criadas y consiguió que Genet, con la colaboración de Cocteau, reescribiera la pieza reduciéndola a un solo acto que transcurre en el cuarto de la señora. Parece que entre octubre del 46 y enero del 47 hizo hasta cuatro versiones. Por fin, en 1954, se publicaron dos de ellas: la primera corrección, que hizo con Jouvet, y la que éste estrenó en abril del 47. A Genet le disgustó el tono comercial y parisino de la puesta en escena. Al público tampoco le agradó, aunque quizá no fuera por los mismos motivos. El final de cada representación se saldaba con la correspondiente tanda de abucheos. Edmund White recoge la anécdota de una dama que, al terminar la función le dijo a Genet que ella siempre le regalaba a la criada sus vestidos viejos, a lo que Genet contestó: ¿Y ella, le regala los suyos a usted?


Sartre consiguió, con la oposición de Albert Camus, que Genet recibiera en julio de 1947 el premio Pléïades, recientemente creado por Gallimard. Poco después salieron a la venta Querelle de Brest, editada de forma anónima por Morihien, y la edición de Pompas fúnebres de Gallimard. A pesar del reconocimiento público, de los premios, los estrenos y las ediciones de lujo, Genet seguía robando libros. Ahora ya no lo hacía en persona sino con una red de compinches a los que también instruía para que atracaran a los homosexuales en los baños públicos. Sus resultados como cabecilla fueron notablemente superiores a los que había obtenido como simple ladrón. Al menos, nunca más fue detenido. Incluso tenía un cómplice dentro de Gallimard que le proporcionaba libros nuevos. Parece como si ahora que todas las miradas confluían sobre él, ya no para vigilarle, sino con morbosa admiración, extraña mezcla de panóptico y escaparte, Genet se empeñara en no perder su condición de ladrón, de marginado. Le encantaba hacer falsos manuscritos de sus propias obras. Su nuevo amante, Java, los copiaba imitando la letra y el propio Genet los corregía y atrezzaba ensuciándolos un poco. Al parecer tenía cierta demanda. Un rico mecenas le compró el manuscrito de Querelle (suponemos que el auténtico) por cincuenta mil francos. Con este dinero, junto al obtenido por los derechos de Las criadas compró un terreno cerca de Cannes con la intención de construir una casa para Lucien, Ginette y Jacky. Genet, aunque nunca rompió su relación con el recién casado Lucien, vivía con Java en el Hotel Terrass, en una habitación con vistas al cementerio (igual que Divine en Nuestra Señora de las flores) y juntos viajaron a España, Italia y Marruecos.


En mayo de 1948, Roland Petit estrenó el ballet ´Adame Miroir, a partir de un guión de Genet. En este caso la crítica y el público aplaudieron la pieza. Posteriormente, George Balanchine la estrenó en Estados Unidos con mayor éxito aún. Este periodo de tranquilidad se vio truncado por la reclamación de la Justicia francesa por los periodos de prisión no cumplidos en el pasado. Debido a dos detenciones y dos condenas muy próximas entre si, Genet tenía pendientes diez meses de pena, que se convirtieron en dos años. De nuevo Cocteau y Sartre acudieron en su ayuda escribiendo una carta a Auriol, a la sazón presidente de la República, solicitando el indulto. Poco antes unos cuarenta artistas -Picasso y Claudel entre ellos- habían suscrito un manifiesto de solidaridad con Genet. En agosto de 1949 recibió el indulto presidencial. Se le imponía una multa de veinte mil francos, que no consta que hiciera efectiva en ningún momento y la promesa de no tener problemas con la justicia durante los cinco años siguiente. Por fin Genet era un ciudadano libre, sin el temor de volver a prisión y además aclamado como escritor. Había sustituido la vigilancia permanente, la sospecha, el panóptico, en suma, por el escaparate de la fama. A partir de este momento cayó en una profunda depresión y silencio creativo que duró siete años.


Sin embargo, su obra cada vez alcanzaba mayor difusión. Bernard Frechtman, un judío norteamericano le dio a conocer en el mundo anglosajón. Tradujo sus textos al inglés y durante años fue su representante en el mercado americano.


Genet, como antes había hecho Cocteau con La Bella y la bestia, quiso acercarse al cine. Con un presupuesto de quinientos mil francos rodó Un canto de amor. En principio resultó un mediometraje de 45 minutos, que Genet redujo a 25, mudo y en blanco y negro. La grabación se hizo entre abril y junio de 1950 en La Rose Rouge, un club propiedad de Nikos Papatakis frecuentado por la camarilla de Sartre. Los actores eran varios de sus amigos y amantes. Como era de esperar, la película rozaba lo pornográfico, por lo que se hizo imposible su exhibición pública. Genet, en su línea, vendió hasta tres copias del film a distintos mecenas. Cada uno pensaba que tenía la única existente. Su estreno oficial en la Cinemathéque Francaise se demoraría hasta 1954.
Aun faltaba la puntilla en el proceso de exposición pública de Genet. Sartre, el pope de la cultura francesa de la segunda mitad del siglo, se encargó de prologar la edición que Gallimard preparaba de sus Obras Completas. Todo empezó como una defensa del autor y en cierto modo, una colección de instrucciones para facilitar al lector burgués medio el uso y disfrute de la obra de Genet. Iban a ser unas cincuenta páginas, pero a Sartre se le fue la mano y llegó hasta las seiscientas veinticinco. Finalmente tuvieron que editarlo en un volumen aparte que salió en 1952. En palabras de Susan Sontag, lo que Sartre hizo es una vivisección del personaje, una inmersión en toda regla, una exégesis. Genet es interpretado de forma exhaustiva en todas sus facetas. En principio, Sartre parte de la obra pero necesariamente vuelve una y otra vez a la historia personal del retratado: la infancia, la traición, la homosexualidad, la cárcel. El libro es todo lo contrario a Genet, analítico y reflexivo. Genet siempre se refería a ambos, Sartre y él, como el filósofo y el poeta. El título hace referencia a San Gines o Genesio, un actor de la antigua Roma al que le toco interpretar un papel de cristiano. Al parecer, se metió tanto en el personaje que acabó por convertirse y después alcanzar la palma del martirio y erigirse en el patrón de los comediantes. En otras palabras: un protomártir del Método. Lope de Vega cuenta su historia en Lo fingido verdadero. Según Sartre, el niño Genet, siente la acusación de ladrón como un bautismo. Ladrón ya no define una acción, sino una forma de ser. Genet asume el mal en sí mismo y decide convertirse en lo que la gente le acusa de ser. Por tanto buscará el mal con el mismo ahínco que el santo busca el martirio.


Como en las imágenes que más tarde describirá en El Balcón, Genet se sintió asesinado. Pensaba que Cocteau y Sartre lo habían convertido en una estatua, que habían fijado para siempre al personaje Genet. Por tanto, ahora era otro, y ese otro tenía que encontrar algo que decir. Y tardó en encontrarlo. Ser un escritor muerto a los 42 años, cuando hacía tan solo tres que estaba en paz con la justicia, no le resultó fácil. La aparición de sus obras completas, el libro de Sartre, la libertad para desplazarse, el desahogo económico y la fama fueron una carga demasiado pesada durante años para el delincuente Genet. Sentía que ya había agotado Mettray, La Santé y las otras cárceles en las que estuvo, la vida de las drags de Montmartre y su propio personaje. Tenía que reinventarse, y hacerlo además desde un escaparate que nunca le agradó demasiado.


CAIDA DEL CABALLO (en un vagón de tercera)

Soy un objeto de repulsión.
Lo he amado en exceso y demasiado amor hastía.
 Un amor excesivo revuelve los órganos y las profundidades,
 y lo que sale a la superficie produce náuseas.
Querelle de Brest


En 1951 Gallimard publicó el segundo volumen de las obras completas, que incluía Nuestra Señora de las flores, Milagro de la rosa, El condenado a muerte y Un canto de amor (el poema, no el guión del mismo título). En 1952 salió el primer volumen que ocupaba íntegramente el San Genet, comediante y mártir, de Sartre. Un año después vio la luz el tercero, con Pompas fúnebres, Querelle de Brest y el poema Le Pecheur du suquet.

A pesar de todo, Genet atravesaba una profunda crisis personal y creativa de la que comenzó a salir a raíz de una revelación. En un vagón de tercera, entre Salon y Saint-Rambert-d’Albon se fijó en la persona que tenía sentada enfrente. A partir de ahí dedujo que todos los hombres son iguales, idénticos e intercambiables y por tanto, que todos tienen derecho a ser amados, aunque eso sea en detrimento del potencial erótico, que proviene de su unicidad. Genet relató la experiencia del vagón de tren en un ensayo sobre Rembrandt que publicó diez años más tarde. El texto, separado en dos columnas describe en una de ellas las reflexiones sobre la pintura del maestro holandés y en la otra, el suceso del tren y las conclusiones que el autor extrajo de esa experiencia. La reinvención de Genet se produjo y dio sus mejores frutos entre 1954 y 1957. Pasó de ser poeta y novelista a convertirse en dramaturgo. Pasó de la novela y la poesía, propias del creador individual y sometido a vigilancia por el teatro, el arte cuya esencia está constituida por la observación y la exposición de tipos humanos. Cambió a Cocteau y Sartre por Giacometti. Y pasó del más feroz de los individualismos a convertirse en la voz de todos los desheredados. Ya que estaba abocado a ser mirado, aprovechó la tribuna que supone el escaparate para ponerse de parte de los sospechosos, de los vigilados porque no han tenido otra opción en la vida. Incluso sus hábitos y costumbres cambiaron. Si antes cultivaba un aspecto cercano al dandismo, ahora se despreocupará voluntariamente se su apariencia externa. Sus amantes ya no serán delincuentes sino artistas como Abdallah, el funambulista, uno de sus grandes amores.


Alberto Giacometti vivió hasta su muerte en el mismo estudio de Montparnasse que ocupó al llegar a París en 1927: sin calefacción ni agua corriente y con el baño en el rellano. A pesar de ser un escultor reconocido, cuyas ventas empezaban a ser significativas, jamás cambió su modo de vida espartano. Apenas se cambiaba de ropa y tenía los dientes de color marrón. Se despertaba a mediodía y trabajaba en su estudio hasta el amanecer. Fue una de las personas a las que más admiró Genet. Posó para él durante cuarenta días, casi sin pestañear y sin fumar, sentado en una silla. Años después, en una entrevista, Genet afirmó que todavía le dolía el culo después de aquellas sesiones maratonianas sobre un taburete de mimbre. A pesar de esa admiración, Genet tampoco pudo evitar robarle a su amigo. Desaparecieron varias cosas, pero hubo una que seguramente dolió a Giacometti: el único dibujo de cuerpo entero que le había hecho a Matisse con motivo de un encargo del Tesoro francés. El escultor, que no era en absoluto vanidoso, se sentía muy orgulloso de aquel retrato. Nunca dijo nada a Genet, pero desde entonces sus encuentros se fueron espaciando y la relación se enfrió. Fruto del tiempo en que frecuentaba casi a diario el estudio de Montparnase es El taller de Alberto Giacometti, un brillante ensayo sobre su trabajo que marca el inicio de un nuevo periodo de actividad creativa en Genet.


Cuando parecía que sus problemas con la justicia francesa eran cosa del pasado, el 8 de julio de 1954 fue acusado de pornografía y de ofender a la decencia pública a causa de las ediciones anónimas de Querelle de Brest y el poema Le galére de 1948. Ambas obras contenían ilustraciones muy explícitas de Cocteau y Leonor Fini. Le condenaron a una multa de cien mil francos y ocho meses de prisión. Finalmente la sentencia fue revocada. Las obras llevaban ya dos años publicadas por Gallimard. Posiblemente la causa real del proceso estuvo en un manifiesto contra la presencia francesa en Marruecos y Argelia firmado por Genet junto a Sartre, Giacometti, Duras, Sagan etc. La prensa conservadora arremetió contra él por su pasado de delincuente. Años después, se negó a firmar el manifiesto de los 121 contra la ocupación de Argelia, ya que su fama de ladrón y pederasta perjudicaría los objetivos de la protesta.


Mientras tanto, su dedicación por el teatro le hacía trabajar de forma incansable en dos proyectos que tenía comenzados: El Balcón y Los negros (a partir de un encargo de Raymond Rouleau para actores negros), cuyas primeras versiones están terminadas en verano de 1955. Entre 1956 y 1961 reescribió Los biombos una y otra vez. Un rasgo obsesivo que Genet repitió con El Balcón (entre 1955 y 1961 escribió hasta cinco versiones diferentes) y con el resto de su teatro, quizá porque carecía de la confianza suficiente en su manejo de la técnica dramatúrgica. De hecho Genet desconocía no solo las leyes de la escena, sino en cierta medida también las de la composición dramática. Prueba de ello es que los textos de sus obras que hoy consideramos definitivos quedaron fijados por grandes directores de escena del siglo XX. Fueron Jouvet, Brook o Blin , a veces en colaboración con el propio Genet y otras contra su voluntad, quienes dieron forma teatral a su genial universo poético.


En 1957 Genet, al referirse a El Balcón, dice que el punto de partida era España (al principio ése iba a ser el título de la obra) y el revolucionario que se castra eran todos esos republicanos cuando admitieron su derrota. Luego mi obra siguió creciendo en su propia dirección y España en otra. Siguiendo este razonamiento, el biógrafo Edmund White deduce que el jefe de policía representaría a Franco, Chantal a la República asesinada y Madame Irma sería la propia España. El Valle de los Caídos, al que se alude en el texto, aún no estaba terminado cuando Genet escribió la obra, ya que fue inaugurado por el dictador en 1959. El estreno mundial de la obra se produjo en Londres en abril de 1957 con dirección de Peter Zadek, que ya había montado Las criadas anteriormente. Genet asistió con Frechtman a los ensayos y armó tal escándalo que le terminaron por prohibir la entrada al teatro. Genet se volvió a Paris y dio una rueda de prensa:  
Donde yo veía una tragedia, ellos pusieron escenas dignas del Folies Bergére.
En Francia, hubo que esperar a 1960, con el ascenso de De Gaulle al poder y André Malraux como ministro de cultura, para poder ver El Balcón. Fue un empeño de la actriz Marie Bell, que interpretaba a Irma y contó con la dirección de Peter Brook. La producción quedó muy elegante. La Bell había eliminado algunas palabras malsonantes y Brook construyó un escenario giratorio que a Genet no le hizo ninguna gracia. Él insistía en que los decorados debían deslizarse lateralmente. También mostró su enfado por los cortes en el texto que había introducido el director, eliminando la larga escena de los revolucionarios. La respuesta de la crítica y el público fue más bien fría. En cambio la versión norteamericana se convirtió en uno de los hitos del off Broadway de la mano de José Quintero, que también recortó el texto original. Estrenada a principios de 1960 estuvo casi dos años en cartel llegando a las 672 representaciones. En el elenco se encontraba Sylvia Miles, que años después sería célebre como musa de la Factoría Warhol junto a Joe d’Alessandro. Posteriormente vendió los derechos cinematográficos de El Balcón a Joseph Strick, que a su vez encargó el guión a Ben Maddow. La acción se situó en un plató de cine en lugar del burdel original, y contaba en el reparto con Shelley Winters como Irma, Leonard Nimoy (sí, el mismísimo Mister Spock que, más tarde también actuaría en un film a partir de Severa Vigilancia) en Roger, y Peter Falk (Colombo) como jefe de policía.


El otro texto que termina por esta época, Los negros, tuvo su punto de partida en un documental, Les Maitres Fous de Jean Rouch. En la espesura de un bosque los negros representan personajes de blancos: el gobernador, el general, la locomotora (que aunque sea un objeto inanimado es obra de los blancos)... Lo que en un principio parece un juego inocente, termina con el sacrificio de un perro negro. En realidad se trata de un exorcismo. El paralelismo con El Balcón parece evidente. De igual modo sucede en Ella, una obra inconclusa que podría entenderse como un apéndice de El Balcón, donde se incide también en la representación de las imágenes del poder, en este caso el Papa.


Genet se puso a trabajar en la versión escénica de Los negros con Roger Blin, un director que provenía del teatro político y que había sido el primero en estrenar Esperando a Godot en 1953. Ambos pasaron treinta días trabajando sobre el texto y posteriormente estuvieron otros seis meses más con los actores. Éstos provenían de Guayana, Guinea, Camerún y Haiti. Tuvieron problemas para conseguir un elenco compuesto exclusivamente por actores negros, así que recurrieron a aficionados y después, trataron de unificar su dicción. Aún así, la producción fue un éxito. El espectáculo se estrenó en el Théâtre de Lutéce el 28 de octubre de 1959, con polémica incluida (Ionesco abandonó la sala) pero también con reacciones entusiastas. En 1961 se estrenó en el Off Broadway con enorme éxito. El montaje americano, dirigido por Gene Frankel se mantuvo cuatro años en cartel. Por otro lado, Blin montó la obra en Londres y Jean-Marie Serreau repuso Las criadas en el Odeon de París. Barbezat publicó Los biombos, que a su vez fue estrenada en Berlín con dirección de Hans Lietzau.


Para entonces, la segunda etapa creativa de Genet estaba llegando a su fin. Se había vuelto adicto al Nembutal y su principal actividad consistía en dirigir la carrera circense, y en cierto modo, la vida, de su novio Abdallah, al que había conocido en 1965. Hizo que desertara del ejército, diseñó para él un número de acrobacia y consiguió que lo contrataran en el prestigioso circo ORFEI. En 1960, estando de gira sufrió un accidente. Aún así, continúo adaptando los números a sus limitación físicas. La relación con el acróbata fue tormentosa con frecuentes rupturas y reencuentros. La aparición de nuevo de Jacky Maglia hizo que Genet se volcara más en él, aunque seguía viendo a Abdallah. Convenció a Jacky para que desertara también y se empeñó, con el mismo ímpetu que había mostrado antes por el circo, en dirigir su carrera automovilística. Consiguió el dinero para comprarle un coche de competición y asistía a las carreras de Jacky como un padre orgulloso.


El 27 de febrero de 1964, Abdallah fue a las oficinas de Gallimard y pidió una caja de Nembutal para Genet. Volvió a su cuarto alquilado, ingirió las pastillas y se cortó las venas. El 12 de marzo el olor alertó al vecindario. Cuando entró la policía encontraron el cadáver, y esparcidos por la habitación todos los libros de Genet llenos de anotaciones y empapados en sangre. Al mes siguiente Genet llamó a Monique Lange a la oficina de la editorial para decirle que había destruido sus manuscritos y que nunca más volvería a escribir. Durante los meses que siguieron a la muerte de Abdalah, Genet se fue alejando de su círculo de amigos, que por aquel entonces estaba formado sobre todo por Monique Lange y el escritor Juan Goytisolo. Discutía cada vez más con Fretchman y desconfiaba de sus traducciones. Finalmente, Frechtman tiempo después acabó también por suicidarse. El mismo Genet llegó a creer que ejercía un poder maléfico sobre aquellos que le rodeaban. Genet conservó siempre el recuerdo de Abdallah, fue posiblemente la relación que más le marcó. Dejó pagada la tumba del funámbulo para los siguientes 22 años. Ironías del destino: el mismo día en que un enterrador de Larache colocaba el cadáver de Genet mirando a La Meca, los huesos de Abdallah eran sacados de su sepultura y confinados en una fosa común. Cuando todavía duraba el luto por Abdallah, llegó una nueva desgracia, en julio de 1965 Jacky Maglia sufrió un accidente durante una competición. El propio Genet entró en el quirófano e intentó dirigir la operación. Las secuelas hicieron imposible que Jacky siguiera con su carrera.


La última de las grandes obras del segundo periodo creativo de Genet fue Los biombos, un brutal alegato contra la ocupación francesa de Argelia. La pieza se llevó a escena en varias ciudades europeas: Berlín (1961), Viena (1963), Londres y Estocolmo (1964), pero en Francia aún estaba reciente el final de la guerra y los ánimos un tanto caldeados. Por fin, en la primavera de 1966, Roger Blin consiguió estrenar Los biombos en París. Como era previsible, fue un escándalo. La ultraderecha y los miembros de la OAS (Organization de l'Armée Secrète) sabotearon todas las representaciones. Se lanzaron botellas, butacas e incluso bombas de humo. Al parecer, uno de los pasajes que resultaron más ofensivos fue cuando un soldado francés muerto es despedido a pedos por sus compañeros. La prensa de derechas no dejaba de atacar el espectáculo y hubo que enviar guardias para proteger el teatro. Curiosamente, uno de esos guardias era Patrice Chereau, que años después montaría también Los biombos. Y entre los fanáticos que intentaron boicotear las representaciones estaba Jean-Marie LePen, quizá en el momento de su vida en que más cerca estuvo de la cultura... aunque fuera para apedrearla.


A pesar de las polémicas, la fama y la difusión cada vez mayor de sus obras, Genet seguía sumido en una profunda depresión. En 1967 se fue a Suiza, cambió su testamento a favor de Jacky Maglia, que ahora vivía en Japón, se fue sin pagar el hotel y estuvo desaparecido durante tres semanas. A finales de mayo llamaron a Gallimard desde la embajada francesa en Italia para informar que Genet había intentado suicidarse con una sobredosis de Nembutal y se encontraba en coma en un hospital de Domodossola.

EL VIAJE INTERMINABLE

Soy un hombrecillo viejo, maltrecho y arrugado
que se arrastra de un país a otro sin poder de-
tenerse en ninguno. No me quejo, nací vagabundo.
Mi auténtica patria es una vieja estación de tren.
Tengo una maleta, ropa interior y cuatro fotos:
Lucien, Jean Decarnin y tú.
Evito ir a París tanto como puedo;
no me gusta que la gente hable francés a mi alrededor.
Extracto de una carta a Jacky Maglia


Tras recuperarse, Genet viajó a Inglaterra, donde se entrevistó con David Bowie que estaba interesado en encarnar a Divine en una película a partir de Nuestra Señora de las flores. Después fue a Japón donde se había establecido Jacky, y de allí a la India, Pakistan, Tailandia, Egipto... para terminar en Tánger, que se había convertido en una especie de ciudad sin ley donde se daban cita los personajes más variopintos. Por allí habían pasado Tennessee Williams, Kerouac, Gore Vidal o Truman Capote. En Tánger también estaban los Bowles, aunque Genet no tuvo contacto con ellos. De hecho, los únicos europeos a los que veía regularmente eran aquellos que frecuentaban la librería filial de Gallimard que Genet usaba como cajero automático. Su casa en Tánger era el Hotel El Minzah, donde tenía licencia para invitar a sus amigos marroquíes, entre ellos el escritor Mohammed Chukri. Al abandonar Tánger, en el puerto de Sfax -en Túnez- leyó unos poemas clandestinos dedicados a Al Fatah. Ese fue su primer contacto con la causa palestina.


La vuelta de Genet a Francia coincidió con la revuelta estudiantil de mayo de 1968. Sus sentimientos hacia lo que estaba pasando a su alrededor eran contradictorios. Por un lado disfrutaba paseando con el filósofo Jacques Derrida entre las calles llenas de adoquines, estuviera o no la playa bajo ellos. Pero en cambio no sabía muy bien que decir a unos estudiantes burgueses, él, que apenas había tenido educación. Admiró los componentes estéticos de la revuelta pero temió que estos fueran su único fin. No creía en la efectividad de acciones como la toma del teatro de l’Odeon: Si hubieran tomado los juzgados... En todo caso Genet, como él mismo afirmó, en el fondo deseaba que el mundo no cambiara para poder seguir estando contra el mundo. De todos modos, tomó partido activo en varios mítines y escribió un artículo en defensa de Daniel Cohn-Bendit.
La revista ESQUIRE, fiel al espíritu de la época, invitó a varios escritores a que ejercieran como periodistas durante la convención del Partido Demócrata en Chicago. Genet aceptó participar en el escaparate de los artistas- estrella pero puso condiciones: Pidió a cambio que le permitieran publicar también en ESQUIRE y sin censura un artículo contra la guerra de Vietnam. Genet ya había intentado años atrás conseguir un visado para entrar en Estados Unidos y se lo habían negado aduciendo conducta sexual desviada y cosas por el estilo, así que esta vez tuvo que entrar en el país por la frontera de Canadá. Una vez dentro, aprovechó para hacer algo de turismo y pedir al editor de ESQUIRE más dinero del acordado. Éste, enfurecido le espetó: ¡Usted es un ladrón! A lo que Genet respondió: Naturalmente, monsieur.


La convención demócrata de Chicago de aquel año era algo más que un acontecimiento político partidista. Hacía poco de los asesinatos de los dos Kennedy y de Luther King, de la primavera de Praga y el conflicto con Cuba. Todo ello, con el telón de fondo de la guerra de Vietnam y lo que ésta convulsionó a la sociedad norteamericana. Genet era un ídolo para los escritores de la generación beat, así que cuando llegó hizo buenas migas con Allen Ginsberg, William Burroughs y Terry Southern (el guionista de Dr. Strangelove de Kubrick), también reunidos allí por el mismo motivo. Los cuatro pasaron unos cuantos días en alegre comandita y sufrieron las embestidas de la policía antidisturbios cargando contra los manifestantes. Cuando Genet entregó a ESQUIRE su artículo The members of the Assembly causó impacto la descripción de la musculatura de los policías.


La segunda parte del pacto era A salute to 100.000 stars, el texto contra la guerra que ESQUIRE se había comprometido a publicar. Las descripciones que hacía Genet del Vietcong sodomizando a soldados norteamericanos no debieron ser del gusto de los editores, de modo que se negaron a publicarlo con el consiguiente enfado del autor, que se presentó en las oficinas de la editorial y destruyó el manuscrito. A pesar de la escena, una copia del artículo acabó por publicarse en una revista radical de escasa difusión. Tampoco le gustó la foto de portada de la revista en la que aparecían Southern, Genet y Burroughs contemplando a un manifestante muerto. Sobre todo, porque se trataba de un falso muerto. Habían contratado a un actor para que hiciera el papel de pacifista asesinado.

Después de este primer periplo americano, donde también pudo conocer el activismo de los Panteras negras, volvió a Tánger. Mientras tanto, Gallimard había sacado el cuarto volumen de las obras completas, compuesto por El Balcón, Las criadas y Severa vigilancia. Más tarde, en septiembre y octubre del 69 viajó a Marruecos y luego a España, donde pudo ver el montaje de Las criadas que Víctor García había dirigido con la compañía de Nuria Espert. En noviembre, viajó a Japón para ver a Jacky, que ahora estaba metido en el activismo político junto a su esposa japonesa. Allí disfrutó con el teatro Noh y especialmente con una celebración ritual japonesa que aún se celebraba en áreas rurales: el Obon, una especie de procesión alegre dedicada a los difuntos en que los vivos reproducen los defectos de los muertos de manera jocosa.


De vuelta a Francia, participó en enero de 1970 junto a Marguerite Duras en una protesta por las malas condiciones de vida de los trabajadores inmigrantes africanos y el 25 de febrero se reunió en París con representantes de los Panteras Negras. Genet había conocido el movimiento de liberación negro durante su estancia en Chicago y al igual que el resto del mundo pudo ver lo que sucedido en los Juegos Olímpicos de Méjico. Durante la ceremonia de entrega de medallas de la carrera de los 200 metros lisos, Tommie Smith y John Carlos, campeón y tercer clasificado respectivamente subieron al podio en calcetines y, al comenzar a sonar el himno americano, ambos bajaron la cabeza y levantaron el puño enfundado en un guante negro. Realmente ninguno de ellos pertenecía al partido de los Panteras Negras, simplemente eran jóvenes atletas universitarios que protestaban contra los gobiernos de Rhodesia y Sudáfrica, y por el racismo en su propio país. John Carlos había olvidado sus guantes y Peter Norman, el australiano que ocupaba el segundo peldaño, sugirió que compartieran los de Tommie. Los tres fueron penalizados. A Smith y Carlos se les expulsó de la villa olímpica y tuvieron que devolver sus medallas.
Norman sufrió el acoso de las autoridades de su país, cuya política de inmigración había criticado, y a pesar de clasificarse para los juegos de Munich, se le impidió ir, y su carrera quedó truncada. La reparación pública llegó en Sidney 2000: Norman fue uno de los portadores de la antorcha olímpica y cuando murió, en 2006, Tommie Smith y John Carlos cargaron sobre sus hombros el ataúd del amigo australiano.


El Black Panther Party había sido fundado en Oakland, California, por Huey P. Newton, Bobby Seale y David Hilliard. Su ideología inspirada al principio por Malcolm X, trascendía las reivindicaciones de igualdad racial y proponía un análisis marxista en términos de clase. Los Panteras se identificaban con todas las causas de izquierda, con todos los oprimidos del mundo. Es de suponer que al acudir a Genet pretendieran que mostrara su adhesión públicamente, bien fuera por escrito o a través de los medios de comunicación. Genet fue más allá y se comprometió a viajar de inmediato a Estados Unidos. De nuevo tenía que cruzar la frontera por Canadá, esta vez junto a Jacky Maglia y dos activistas negros. Uno de los fundadores del movimiento, Bobby Seale, estaba en prisión a raíz de los disturbios del 68 durante la convención demócrata de Chicago. Durante dos meses, Genet dio conferencias y abogó por la liberación de Seale en quince universidades y asistió a fiestas para recaudar fondos para la causa, una de ellas organizada por el guionista Dalton Trumbo, donde conoció a Jane Fonda y otras estrellas del ala izquierdista de Hollywood. En New Haven, ante diez mil personas, Genet advirtió del peligro que suponía el exceso de símbolos y eslóganes. Afirmó que eran preferibles acciones reales aunque de alcance reducido, antes que grandes manifestaciones teatrales y vacías. El FBI seguía sus pasos desde que entró en el país y al día siguiente del mitin de New Haven recibió una citación. Genet volvió inmediatamente a Francia y emplazó a la periodista Michele Manceaux para que lo entrevistara en LE NOUVEL OBSERVATEUR.


Genet, durante los tiempos de Cocteau y Sartre, siempre se había mostrado reacio a participar en los debates públicos, a formar parte de las camarillas, a ser un intelectual, en suma. Ahora, en cambio había descubierto una razón para utilizar su imagen pública y la admiración que le profesaban distintos colectivos en muchas partes del mundo. En un momento de sequía creativa, cuando ya no escribía más allá de algún artículo o discurso, había encontrado una forma de superar la depresión por medio de la sobreexposición de su persona. El escaparate, que antes había supuesto una tortura se convirtió ahora en un medio. Según White, Genet deja de escribir para los muertos y dedica sus esfuerzos a la agitación política, a los vivos. Abandona la exhibición de sus miserias por erigirse en la voz crítica de las miserias de otros.


En el verano de 1970 viaja a Sâo Paulo para ver el montaje de El Balcón que Victor García acaba de estrenar en el teatro de Ruth Escobar. Se aloja en casa de Ruth y pasa las noches escribiendo. Al amanecer se acuesta entre Ruth y su marido, cuartillas en mano, dispuesto a leerles sus textos. Repetía así un comportamiento que ya hiciera años atrás con Marc y Olga Barbezat, o con Richard y Jeannine Seaver, sus guías en Estados Unidos. El espectáculo de García resultó un éxito sin precedentes y se mantuvo casi dos años en cartel. El director argentino había dispuesto un túnel vertical de veinte metros con balcones a los que se asomaba el público. Su idea era crear una columna vertebral donde el público sería el hueso y la función el tuétano.


A su regreso a París interviene públicamente para protestar por la detención de la líder de los Panteras Angela Davis y en octubre viaja a Palestina invitado por Al Fatah. En noviembre tuvo un breve encuentro con Arafat, que le dio un visado y obtuvo de Genet la promesa de escribir un libro sobre su causa. Desde entonces, Genet llevó encima el salvoconducto que le entregó el líder palestino y lo mostraba con orgullo a la menor ocasión. En distintos momentos intentó cumplir con la promesa del libro. Dos años más tarde propuso un trabajo colectivo a Derrida, Goytisolo y Barthes, entre otros. Todos ellos vivirían un tiempo con los palestinos y a la vuelta escribirían sobre su experiencia. Finalmente el proyecto no se pudo concretar.

Si el activismo de los Panteras fue diluyéndose y acabó por desaparecer a causa de las luchas internas, la trivialización de sus mensajes y la presión del establishment, el movimiento por la liberación de Palestina fue adquiriendo cada vez más notoriedad a medida que el conflicto se agudizaba. Genet nunca abandonó su compromiso con ellos y tuvo que ver como muchos de sus amigos desaparecían. Abu Omar, que se convertiría en el protagonista de Un cautivo enamorado, Wael Zouater, el representante de la OLP en Italia y con el que pasó un tiempo en Roma junto a Alberto Moravia, Mah-moud El Hanrachi, que invitó a Genet a visitar Líbano por primera vez... Todos ellos, y muchos más, fueron asesinados o murieron en circunstancias dudosas en aquellos años. Genet siempre volvía a Oriente Próximo. A veces, pedía un visado jordano con la excusa de visitar Petra, otras era invitado por los propios  palestinos y pasaba meses en los campos de refugiados. Genet siempre fue fiel a la causa palestina, quizá porque junto a los Panteras suponían el grado máximo del odio hacia Occidente que él mismo compartía. Rehusó siempre entrar en el debate político francés. Era un poeta, no un intelectual, y por otro lado aborrecía Francia. Solo una vez faltó a este principio, en las elecciones de 1974, cuando apoyó la candidatura de Miterrand frente a Giscard d’Estaing. Según Lapassade, Genet entró en política como el que entra en una religión. Está lo bueno y lo malo, el blanco y el negro. Solo que para Genet el diablo era blanco y Dios era negro.


Durante estos años de continuos viajes, Genet enviaba las notas que escribía a Gallimard. En la editorial hacían copia de los escritos con vistas a su publicación póstuma y Genet, de vuelta en París, recogía las notas y las corregía una y otra vez. Pero por mucho que escribiera no conseguía dar forma a ninguno de sus proyectos. Acabaron por prohibirle la entrada en Jordania y los Panteras se habían disuelto, por lo que no podía hacer gran cosa, solo viajar. Gallimard tenía asignada una cantidad a Genet y a su familia, que incluía a Jacky y Ahmed, el amigo de Abdallah. Genet solicitaba anticipos que recogía en cualquier librería del mundo que tuviera correspondencia con Gallimard. No tenía cuenta bancaria y mucho menos tarjeta de crédito. A menudo llevaba grandes sumas encima y en más de una ocasión fue desplumado por algún chapero. Siendo coherente con su propio pasado, jamás lo tuvo demasiado en cuenta. Al fin y al cabo, él había hecho lo mismo infinidad de ocasiones.


En el verano del 74 conoció al que sería su último compañero, Mohamed El Katrani. Movilizó a sus contactos para regularizar la situación del joven en Francia y, con el tiempo, como había hecho otras veces en el pasado, comenzó a construirle una casa. La de Mohamed estaría en Larache. A finales de 1975, Hubert Fichte, el escritor homosexual alemán, consiguió que aceptara participar en una larga entrevista filmada. Genet aceptó a condición de que no se publicara en Francia. Durante tres días se encerraron en una habitación de hotel y hablaron de lo divino y de lo humano, de los palestinos y los Panteras, de los Borgia, de Homero y hasta de Luis XIV.


Durante dos años y medio estuvo trabajando junto a Ghislain Uhry, que había sido asistente de Louis Malle, en un guión cinematográfico a partir de un suceso ocurrido a Mohamed El Katrani. En principio se iba a titular El azul del ojo y hacía referencia a la mirada de un revisor de tren español que intimidaba al pobre inmigrante marroquí en su primer viaje hacia París. La acción de la película se desarrollaría en un solo día y siempre desde el punto de vista del protagonista. A medida que avanza el día, la estilización aumenta: todos los occidentales llevarían medias en la cabeza -a los ojos del árabe son todos iguales-, e irían apareciendo una a una todas las imágenes recurrentes de Genet: los negros que imitan sonidos, los árabes que juegan a las cartas con una baraja inexistente (Un cautivo enamorado), fotógrafos, travestis, etc… Uhry y Genet hicieron hasta cuatro versiones del guión, que finalmente se tituló La nuit venue. Habían recorrido París y viajado por España para localizar exteriores. Consiguieron productor y un presupuesto de dos millones de francos. Cuando ya estaba todo listo, Genet exigió un millón más para seguir adelante y todo se fue al traste. También dejó a medias un oratorio audiovisual a partir del Werther de Goethe, que debía proyectarse sobre la fachada del Centro Pompidou, y una ópera que tenía ideada con música de Pierre Boulez.


A finales de los setenta, su producción literaria se limitó a algunos artículos aparecidos en prensa. El más polémico de todos fue Violence et brutalité, publicado por LE MONDE el 2 de septiembre de 1977. En principio iba a ser el prefacio a un libro que recogiera los escritos de los militantes encarcelados del grupo alemán Fracción del Ejercito Rojo (también llamados Baader-Meinhof por los apellidos de dos de sus fundadores). Genet había tenido contacto con miembros del grupo y se prestó a darles voz en los medios franceses. Analizaba la violencia de la Baader-Meinhof como una fuerza natural y en cierta medida saludable frente a la inaceptable violencia ejercida por los estados occidentales. Pocos días antes de la publicación del artículo, un comando secuestró al presidente de la patronal alemana, matando a su chofer y a tres policías. Casi un mes más tarde, el empresario fue asesinado y los tres miembros del comando se suicidaron. La opinión pública francesa y alemana cargó contra Genet, que guardó silencio durante dos años.


Entre 1977 y 1981 Genet vivió mucho tiempo en Larache, donde seguía construyendo la casa para Mohamed y su esposa. Cuando volvía a Francia se alojaba en un apartamento alquilado en Pigalle para estar cerca de Alexandre Bouglione y su mujer. Alexandre pertenecía a una famosa familia circense, pero tras la muerte de su padre se había quedado en la ruina. Genet le compró un coche y un laúd y diseñó un número para él, que ensayaba durante varias horas al día.
En 1979 le diagnosticaron un cáncer de garganta. Al principio rechazó el tratamiento, aunque al final acabó aceptando someterse a la terapia de cobalto con el cigarrillo en la mano. Durante estos años andaba siempre sin un céntimo. Gallimard le había asigado una cantidad anual que oscilaba entre los trescientos y los ochocientos mil francos, gran parte de la cual iba a parar directamente a la familia de Genet: Jacky, Ahmed y Mohamed. Debido a sus deudas con la hacienda pública, el Estado le obligó a abrir una cuenta bancaria, la primera de su vida con casi setenta años. La respuesta de Genet fue dejar de pagar impuestos y enviar siempre que podía grandes sumas a sus familiares. Según White, a su muerte se tardaron tres años en saldar las deudas con el fisco antes de comenzar a repartir la herencia.


A principios de los ochenta, a pesar de su estado de salud, o quizá debido a él y a la necesidad de dinero, aceptó ser filmado en sendas entrevistas. La primera estuvo a cargo de Antoine Bourseiller y la segunda de Bertrand Poirot-Delpech. Durante 1981 se embarcó en un proyecto mastodóntico, sobre todo teniendo en cuenta su escasa producción literaria en los últimos veinticinco años: contar la historia de la colonia penitenciaria de Mettray desde 1840 hasta el presente. Contra todo pronóstico escribió 452 páginas de un guión cinematográfico que constituía una cruel sátira de la oligarquía francesa. Cuando ya estaba todo listo para empezar, igual que había sucedido con La nuit venue, Genet se echó atrás y jamás se hizo la película.

CHATILA

A la vuelta de Beirut, en el aeropuerto de Damasco, encontré jóvenes fedayines
 escapados del infierno israelí. Tenían dieciséis o diecisiete años: reían,
eran parecidos a los de Ashlum. Morirán igual que ellos.
El combate por un país puede llenar una vida muy rica, pero corta.
Es la elección, recuérdese, de Aquiles en la Ilíada.
Cuatro horas en Chatila

Al año siguiente Genet decidió volver a Oriente Próximo para ver a su amiga Leila Shahid, por entonces presidente de la Unión de Estudiantes Palestinos y en la actualidad representante de la Autoridad Palestina ante la Unión Europea. Ambos llegaron a Beirut el 12 de septiembre. A partir de dos entrevistas con la propia Shahid, Edmund White, el biógrafo de Genet, recoge de manera minuciosa el devenir de los acontecimientos.


Después de la ofensiva israelí, los soldados palestinos, que habían estado refugiados en Beirut Oeste, salieron hacia Tunez, Yemen y Argelia. El 23 de agosto, el representante de la derecha cristiana, Bashir Gemayel, fue elegido presidente de Líbano. Los refugiados palestinos que quedaban en los campos, desarmados, estaban bajo la protección de tropas norteamericanas, francesas e italianas que salieron del país al día siguiente de la llegada de Genet. El día 14 Gemayel fue asesinado y un día después, con la excusa de mantener el orden, las tropas israelíes entraron en el país y cercaron los campos de Sabra y Chatila. Las FALANGES CRISTIANAS LIBANESAS (el partido de Gemayel, que tomó su nombre de la Falange española) clamaron venganza por la muerte de su líder, de la que acusaron a los palestinos. Por la noche las fuerzas de defensa israelíes, al mando de Ariel Sharon, comenzaron a disparan bengalas que iluminaran los campos. Los falangistas entraron en ellos y durante tres días asesinaron a los civiles que se encontraban dentro. En total entre 800 y 1.000 muertos en cifras de Cruz Roja. Durante todo ese tiempo Genet y Laila permanecieron confinados en el apartamento que la madre de ella tenía en Beirut.


El 19 de septiembre, Genet junto a dos fotógrafos americanos entraron en Chatila y fueron los primeros en contemplar la masacre. Durante cuatro horas Genet recorrió bajo el sol las calles del campo de refugiados. Al volver a casa con la piel abrasada, se encerró durante dos días en su habitación. Cuando por fin salió dijo que quería volver a Paris. Viajó con un grupo de palestinos hasta Damasco atravesando más de cincuenta controles israelíes. Desde Siria voló a París y durante el mes de octubre, aún conmocionado y enfermo escribió Cuatro horas en Chatila, probablemente su mejor texto de los últimos veinte años.


En 1983 comenzó a trabajar en el que sería su último libro: Un cautivo enamorado. Es paradójico que tras años de sequía casi tuviera que escribir contrarreloj, con la amenaza del cáncer que lo estaba matando. De hecho, aceptó someterse a terapias diversas con el fin de ganar tiempo para terminarlo. Mientras tanto, se acumulaban los éxitos. Un año antes, el director alemán Rainer Werner Fassbinder había rodado la versión cinematográfica de Querelle de Brest. Aunque Fassbinder murió antes del estreno, la película tuvo una gran repercusión. Protagonizada por Brad Davis, Franco Nero y Jeanne Moreau, Fassbinder recrea de forma teatral y asfixiante el puerto y los bajos fondos de Brest. Fue la primera vez que una película de temática homosexual tenía tanta difusión.
A finales de 1983 recibió el Gran Premio de las Artes y las Letras francesas, pero no pudo asistir y envió en su lugar a un hermoso joven negro de quince años, según reseñó la prensa del momento. Durante un tiempo alternó sus viajes con largas estancias en Marruecos: estaba fascinado con Azzedine, el hijo de Mohamed El Katrani, que tenía entonces cuatro años.


Colaboró con Michel Dumoulin en una nueva versión de Severa vigilancia y aceptó ser entrevistado por la BBC. El rodaje fue en casa de Nigel Williams, un escritor de la generación de los jóvenes airados, autor de Enemigo de clase. Por fin, el 14 de diciembre de 1985, Genet entregó en Gallimard el manuscrito de Un cautivo enamorado. Seguramente supuso una grata sorpresa para sus editores, que difícilmente podían esperar sacar nada nuevo de Genet. Éste, durante años había pedido adelantos con la promesa de escribir tal o cual libro que jamás llegaba a las oficinas de la editorial.


En la primavera de 1986 partió hacia una especie de viaje de despedida. Se fue con Jacky a España y después, Ahmed se unió a ellos. Juntos, fueron a Tánger y luego a Rabat para ver a Azzedine y a Mohamed. Cuando volvieron, el hotel Rubens, donde solía alojarse Genet por aquella época durante sus estancias en París, no tenía habitaciones libres, así que acabó quedándose en el Jack’s Hotel, cerca de la Plaza de Italia y de la estación de Austerlitz. El 14 de abril Jacky Maglia se lo encontró muerto: al parecer se había dado un fuerte golpe en la cabeza. En la habitación estaban a medio corregir las segundas pruebas del libro y algunas notas para el segundo volumen de Un cautivo enamorado.


La familia de Genet estuvo debatiendo qué hacer con el cuerpo. Bajo ningún concepto hubiera querido ser sepultado en suelo francés, así que Mohamed decidió llevárselo a Larache. El gobierno marroquí facilitó los trámites y el ataúd fue envuelto en un saco que en la aduana recibió la inscripción de trabajador inmigrante. Al llegar a Larache, como no era musulmán, lo enterraron en el antiguo cementerio español, que llevaba años sin recibir nuevos inquilinos. El sepulturero, por si acaso, optó por colocar su cabeza en dirección a La Meca. Quien visite su tumba puede, desde allí, ver el mar al que tantas veces quiso huir Genet cuando era un pupilo de la Asistencia pública y basta con volver la espalda para observar la casa que hizo construir para Mohamed, y muy cerca la antigua cárcel española y el burdel, dos constantes a lo largo de su vida y de su obra. Desde su atalaya, al final es Genet quién ocupa el lugar central del panóptico y nos observa.


BIBLIOGRAFÍA
  • ASLAN, ODETTE: Jean Genet, en Théâtre de tous les temps. Seghers. Paris, 1973.
  • DICHY, ALBERT et FOUCHÉ, PASCAL: Jean Genet. Essai de chronologie 1910-1944. Bibliothèque de Littérature française contemporaine. Paris, 1988.
  • GENET, JEAN: ŒUVRES COMPLÈTES . Vol. I, II, III, IV, V y VI. Ed. Gallimard.
  • Paris, 1951
  • GOLDMANN, LUCIEN: El teatro de Jean Genet. Monte Ávila. Caracas, 1968.
  • GOYTISOLO, JUAN: Genet en el Raval. Galaxia Gutemberg. Barcelona, 2009.
  • SARTRE, JEAN PAUL: San Genet, comediante y mártir. Ed. Losada. Buenos Aires,
  • 1967.
  • SONTAG, SUSAN: Saint Genet, de Sartre en Contra la interpretación y otros ensayos. Ed. Seix Barral. Barcelona, 1984.
  • VV.AA.: De poetas, niños y criminalidades. Ediciones del Signo. Buenos Aires, 2003.
  • WHITE, EDMUND: Genet. Ed. Debolsillo. Barcelona, 2005.

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