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jueves, julio 15
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"Jean Genet: Escaparates y Panópticos" de Sergio Macías




Os presentamos en primicia la primera parte del artículo sobre Jean Genet escrito por Sergio Macías y que formará parte del Libro editado por el Teatro Español con motivo de la puesta en escena de "El balcón", de Jean Genet con dirección de Ángel Facio.


JEAN GENET: ESCAPARATES Y PANÓPTICOS (1910- 1986). Primera parte

Yo no tengo lectores, sólo unos miles de vouyers.
Jean Genet entrevistado por Saadalah Wannous, Al Karmil
L´Autre Journal, 1986

Un panóptico es un edificio cuya estructura interior se puede ver desde un solo punto y fue ideado a finales del siglo XVIII por Jeremy Bentham. Un escaparate, ya lo saben, es ese sitio desde donde muestran el género los que tienen algo que vender y una caja donde encerrarlo. El panóptico es un anillo en medio del cual hay un patio con una torre en el centro. El escaparate es una pantalla que nos permite ver un producto. El anillo del panóptico se divide en pequeñas celdas que dan al interior y al exterior, hacia fuera por medio de una ventana que proporcione luz y hacia el interior una vista de la torre central. Así, una sola persona puede atravesar con su mirada todas y cada una de las estancias. En el escaparate solo está el objeto observado y el espectador, detrás hay pared. Las celdas del panóptico están incomunicadas entre sí por tabiques, de modo que el ojo solo ve una cosa: la torre. Este sistema, que permitía ahorrar personal y convertía al sujeto en objeto de estudio, podía ser utilizado en instituciones penitenciarias, educativas y sanitarias. El individuo encerrado en una celda de este tipo siente permanentemente la mirada del vigilante y tiene la sensación de estar siendo observado en todos y cada uno de sus actos. Por si fuera poco, establecería una relación de dependencia con su observador, ya que éste se constituye en el centro del único campo visual posible. En el escaparate, solo se vende el producto, da igual lo elaborado que esté. Es mercancía.

El 8 de marzo de 1926 Genet fue internado en la Petite- Roquette, un centro penitenciario parisino situado entre la Bastilla y el cementerio de Pere Lachaise. En esta prisión, construida según el modelo del panóptico, estuvo durante tres meses y supuso su primer confinamiento prolongado. Llegó allí con la calificación de pupilo difícil emitido por la Asistencia Pública. El 2 de septiembre del mismo año fue conducido a la colonia penitenciaria agrícola de Mettray. Los internos se agrupaban en casas, y en cada una de ellas había un taller con los puestos de trabajo individuales separados entre si por tabiques a media altura y abiertos hacia un lugar central desde donde un guardia, sentado en una silla alta podía vigilarlos. De nuevo, otro panóptico. De alguna forma, el burdel de Madame Irma no es más que eso: un panóptico. Desde la estancia central la abeja reina puede observar lo que ocurre en cada una de las celdas de la colmena. En este caso con un morbo añadido: ver sin ser vista.

En 1943, Cocteau comunica al mundo su gran descubrimiento: un joven presidiario tocado por la gracia de Rimbaud. El todo Paris o al menos, la parte que no sufre los rigores de la guerra, ansía conocer al nuevo prodigio. Genet se expone por primera vez. Nueve años más tarde, Jean Paul Sartre usurpa el primer volumen de las Obras Completas de Jean Genet para hacer una autopsia del personaje. Genet, el ladrón, el poeta maldito, ha muerto y es analizado rigurosamente ante los ojos de un público que conoce antes los detalles más íntimos del escritor que su propia obra. Se convierte así en un cadáver expuesto, mercancía para el goce y disfrute de intelectuales. Escaparate de casquería.

La vida de Genet mientras fue un anónimo pupilo de la Asistencia pública, estuvo sometida a una constante vigilancia que abundó en confinamientos y exámenes médicos que no ahorraban detalles. Posteriormente pasó a ser un delincuente común y como tal, encarcelado y nuevamente vigilado. Más tarde obtuvo libertad y la fama, pero no por ello su intimidad dejó de estar expuesta. La obra de Genet era, o parecía ser autobiográfica. y la repentina celebridad que alcanzó debía tanto a su calidad literaria como a la azarosa vida que describía. Si cuando dependía de la Asistencia pública su impulso era huir hacia el puerto más cercano, años después la pulsión del viaje, de la huída, no se aminoró. Al contrario, durante toda su vida vivió de prestado o en hoteles de segunda donde se registraba con nombre falso, sus pertenencias eran las que pudieran caber en una maleta y siempre estaba de viaje. Siendo un escritor consagrado que recibía cuantiosas sumas por los derechos de edición y representación de sus obras, jamás tuvo cuenta corriente en banco alguno, hasta que la hacienda pública le obligó por su descuido en los impuestos, y para entonces ya tenía más de sesenta años.

Genet, que había volcado sus vivencias en Nuestra Señora de las flores, Diario del ladrón, El condenado a muerte etc., se mostró siempre enormemente celoso de su intimidad. Concedió muy pocas entrevistas, y cuando lo hizo fue por necesidades económicas o para apoyar las causas revolucionarias a las que dedicó la segunda mitad de su vida. Genet huyó siempre de la vigilancia a la que era sometido, primero como delincuente y después como enfant terrible de las letras francesas. Pero al igual que en su obra escrita, también utilizó en ocasiones la exposición pública de su persona, salir al escaparate. Quizá por esta confusión entre vida y literatura las notas biográficas sobre Genet están llenas de contradicciones cuando no de falsedades. No parece que su madre fuera prostituta. Nunca llegó a ser condenado a cadena perpetua y mucho menos a muerte. Desertó del ejército, pero no de la Legión Extranjera, sino de otro cuerpo. No hay constancia de que empezara a robar siendo niño, aunque una vez que empezó fue una costumbre que nunca dejó de cultivar, incluso con sus amigos más íntimos, aunque también es cierto que jamás tuvo demasiada habilidad.

El alumbramiento del mito Genet se produjo en un periodo especialmente difícil. En el París de 1942, una ciudad a oscuras, hambrienta y ocupada por los nazis se empezó a hablar del último descubrimiento de Jean Cocteau; un joven delincuente homosexual que había escrito en prisión textos de una inusual y cruda belleza. Fue después cuando Jean Paul Sartre lo canonizó para siempre al publicar su San Genet, comediante y mártir.

LOS AÑOS DE LA ASISTENCIA PÚBLICA

Incluso cuando no se tiene en mente escapar, uno siempre se
dirige a un puerto. Los puertos quedan en el fin del mundo
Nuestra Señora de las Flores

Jean Genet nació el 19 de diciembre de 1910 en la maternidad Tarnier de París. Su madre, Camille Gabrielle Genet (1988-1919) era soltera e inscribió al niño con su apellido. El 28 de Julio, Camille, probablemente al sentirse incapaz de garantizarle unos mínimos cuidados lo abandona en un hospicio de la asistencia pública. Al día siguiente se trasladó al bebé al pueblo de Alligny-en-Morvan atendiendo la solicitud cursada por Eugenie y Charles Regnier. Esto no constituía una adopción en sentido estricto. El niño quedaba bajo la tutela de una familia hasta la edad de trece años que le garantizaba alojamiento, sustento e instrucción y recibía a cambio una cantidad mensual y el uniforme que debía vestir, incluyendo unos zapatos de madera. Al final de este periodo se convertirían en siervos agrícolas. En Alligny llamaban culos de París a los huérfanos acogidos por familias del pueblo.
A pesar de la humillación pública que debió suponer ser siempre identificado como niño abandonado, se puede decir que Genet tuvo suerte, fue a parar a una familia de artesanos -Charles era ebanista- y se libró por tanto de ayudar en las faenas del campo, como a menudo les sucedía a otros niños de la Asistencia y además, le permitió asistir a clase con regularidad. De hecho, el niño Genet tuvo una infancia bastante feliz. Su familia adoptiva tenía una posición desahogada y recibió las atenciones y los cuidados necesarios. Los Regnier ya tenían dos hijos criados cuando llegó el nuevo inquilino, Berthe, de 25 años y Georges, de 18. Con seis años comienzó a asistir a la escuela. Querelle, Cullafroy, Lefranc fueron algunos de sus compañeros de juego y más tarde serían los nombres de los personajes de sus novelas.

Hay dos sucesos que empañaron esta existencia aparentemente idílica. Por un lado la vuelta de los hombres al terminar la guerra, entre ellos Antonin Renault, el esposo de Berthe con quien no parecía llevarse demasiado bien. Por otro lado, en 1922 muere su madre adoptiva, pasando la tutela legal a Berthe y Antonin. Al año siguiente solo cinco alumnos del pueblo consiguen aprobar el examen final, Genet es uno de ellos, y el único perteneciente a la asistencia pública. Ser un alumno brillante le permite escapar del destino de criado de granja al que están abocados los culos de Paris y obtiene una plaza en la escuela de oficios D´Alembert, en la capital, una de las mejores de la Asistencia Pública. Allí se estudia ebanistería y tipografía en un programa educativo de cuatro años. Genet ingresa en D´Alembert en octubre de 1924. El sistema de la escuela, cuya jornada empezaba a las seis de la mañana con una asignatura teórica para luego dirigirse a los talleres, no debió agradarle demasiado. La primera semana se puso enfermo y la segunda se escapó en dirección a la carretera París- Meaux. En el correspondiente informe, donde se apunta que el niño no había recibido castigo alguno, se adjunta una descripción:
  • Altura: 1, 55
  • Nariz: normal
  • Boca: normal
  • Mentón: largo y curvo
  • Ojos: negros
  • Cutis: pálido
  • Aspecto afeminado.

El 10 de noviembre lo encuentran en Niza. Será su primera detención y el inicio de una constante huida hacia el mar. A raíz de esta infracción será expulsado de la escuela y enviado a un hospicio de París. A finales de abril de 1925, la azarosa vida del adolescente Genet comienza a tomar tintes de novela picaresca cuando es confiado como lazarillo a René de Buxeuil, un ciego compositor de canciones populares. Algunas de estas canciones aparecerán en Pompas fúnebres y Los biombos. Como era de esperar, el bueno de Genet no tardó en liarla y en octubre del mismo año, se gastó en una feria los 180 francos que su patrón le había confiado. Buxeuil lo entregó a las autoridades y fue derivado por la asistencia pública al servicio de profilaxis mental de la clínica Saint Anne (el mismo sitio donde había estado ingresado Artaud). Allí le diagnosticaron cierto grado de debilidad mental y desequilibrio. Se recomendó su ingreso en el Patronato para la infancia y la adolescencia con el fin de recibir tratamiento psiquiátrico. Duró allí dos meses. El 9 de febrero se escapó y dos días más tarde fue arrestado en Marsella. El 6 de marzo volvió a escapar y lo detuvieron en la estación de Austerlitz, dentro de un vagón de tercera con dirección a Burdeos.

Había pasado apenas año y medio desde que salió de Alligny y ya tenía en su haber cuatro detenciones, tres de ellas por huida y una por hurto. Parece que la Asistencia pública empezó a considerar que Genet era un problema y decidió su ingreso en el panóptico de La Petite Roquette el 8 de marzo de 1926. De su estancia siempre recordará una canción que cantaban los internos: Somos nosotros, los búhos, los salvajes, los maleantes... Las autoridades dudaron entre enviarlo a una colonia penitenciaria o bien a un reformatorio. Al final optaron por una solución intermedia y lo recluyeron en estatus de libertad vigilada con una familia campesina de Abbeville. Como era de esperar, se escapó al cabo de un mes y el 19 de julio fue detenido a bordo de un tren viajando sin billete. Ingresó en la prisión de Meaux acusado de vagancia y de infracción de las leyes ferroviarias. El 26 de agosto fue absuelto por el juez al interpretar que había actuado sin premeditación. Aún así, se decidió su ingreso en la colonia penitenciaria agrícola de Mettray hasta la mayoría de edad.

La colonia de Mettray había sido fundada en principios humanitarios con el fin de redimir y educar por medio de la agricultura. No tenía muros, era la naturaleza la que rodeaba y encerraba a los adolescentes. Cuando llegó Genet apenas quedaba nada de aquellos principios. La disciplina era militar y la educación escasa, la mayor parte del profesorado eran carceleros prácticamente analfabetos. De esta forma se evitaba dar a los niños un nivel cultural superior al de la posición social que tendrían al salir en libertad. Solo había gimnasia un día a la semana y la formación religiosa era intensiva. Los chicos eran asignados a una familia gobernada por un empleado y un hermano mayor (un interno distinguido por su buen comportamiento). Cada familia ocupaba una casa cuyo salón estaba dividido en cuatro talleres separados por tabiques bajos. Un guardia sentado en una silla alta vigilaba a todos los niños mientras trabajan (Genet fabricaba cepillos) pero estos no podían verse entre si. De nuevo era una abeja obrera en medio de un panóptico.

En Mettray aún estaba en pie la casa paternal. En otros tiempos, esta construcción había servido como lugar de internamiento para los hijos díscolos de las clases dirigentes. En absoluta soledad, el travieso niño rico debía reflexionar sobre sus actos y su papel en la sociedad. Cuando se les sacaba a pasear lo hacían con máscara para evitar ser reconocidos. Hacía mucho que la casa estaba en desuso, pero las historias que circulaban excitaron la imaginación de Genet. Todas las mañanas los niños salían al patio central donde había un estanque con una maqueta de barco con sus mástiles, cabos y aparejos. Allí eran instruidos como marineros, e incluso dormían en hamacas, a pesar de estar en el interior de Francia, a muchos kilómetros del puerto más cercano. Desde su creación, Mettray había surtido de personal a la marina francesa, pero cuando Genet ingresó hacía casi veinte años que la Armada había dejado de aceptar niños de la colonia. En francés, el término fragata además de un tipo de barco designaba también al homosexual pasivo y Genet fantaseaba con ser el grumete de un barco que es violado repetidamente por la tripulación y se convierte en su esclavo sexual.

Genet estuvo internado durante dos años y medio y dedicó a Mettray una parte importante de su obra. Aparece en Milagro de la rosa y muchos años después, en los ochenta y tras años de silencio, escribirá El lenguaje de la muralla, un guión cinematográfico de más de cuatrocientas páginas donde describe la historia de la colonia desde su fundación y elabora una curiosa teoría conspirativa, según la cual Mettray y otros centros similares habrían servido para enriquecer a empresarios y políticos sin escrúpulos abasteciendo de soldados al ejército y de agricultores a las colonias.

El 6 de noviembre de 1927 destinaron a Genet a la granja La Sevrandière, situada a 15 kilómetros de Mettray, de donde se fugó al cabo de un mes. Tras dos días de libertad fue arrestado en Beaugency por los gendarmes y enviado a la prisión de Orleans, donde tuvo que permanecer unos veinte días. De vuelta a Mettray, se le confinó en una celda de aislamiento y posteriormente abandonó su tarea como fabricante de cepillos para pasar a dedicarse a las faenas agrícolas con lo que se endurecieron considerablemente sus condiciones de vida. Edmund White, autor de la biografía más exhaustiva de Genet, relata los castigos a que eran sometidos los adolescentes. Además de la reclusión en aislamiento, uno de los preferidos por las autoridades del correccional consistía en obligar a los niños a caminar durante horas en círculo. Cuenta de alguno que pasó más de la mitad del tiempo de su estancia caminando sin parar. En marzo de 1929 Genet solicita alistarse como voluntario en el ejército y abandona Mettray.

ENTRE LA MILICIA Y EL RAVAL

Fui así un piojo con la conciencia de serlo.
 En Barcelona, frecuentábamos sobre todo la calle
Mediodía y la del Carmen. Nos acostábamos
 a veces seis en un jergón sin sábanas y, al amanecer,
 íbamos a pordiosear por los mercados.
Diario del ladrón

Genet firmó su incorporación al ejército por dos años e ingresó en el Segundo Regimiento de Ingenieros de Montpellier. En mayo de 1929 le trasladaron al Séptimo de Ingenieros de Avignon y en octubre fue ascendido a cabo. Poco después solicitó ser destinado a las tropas orientales y embarcó el 28 de enero de 1930 hacia Beirut, adonde llegó el 4 de febrero. De ahí viajó a Damasco para unirse al Segundo Batallón de Ultramar. No sabemos si este deseo de partir hacia oriente se debió a una temprana fascinación por las tierras lejanas o simplemente suponía un incremento de la paga, pero el caso es que esta estancia en Siria constituyó su primer contacto con el mundo árabe, que posteriormente sería uno de sus destinos favoritos y objeto principal de su activismo político.

Durante el tiempo que pasó en Damasco como soldado su actividad diaria consistía en supervisar la construcción de una torre que dominara la ciudad – Ironías del destino, ahora le tocaba edificar la torre que convertiría a la ciudad en un inmenso panóptico vigilado por el ejercito francés-. Por las noches frecuentaba los cafés, jugaba a cartas y él mismo relata que tuvo una relación con un joven peluquero de 16 años, contando con el consentimiento de la familia del muchacho. Cuando la torre estuvo terminada se procedió a su solemne inauguración. Coincidiendo con el estruendo provocado por un solo disparo de cañón, la torre se vino abajo y Genet tuvo que ser ingresado, según él, afectado de ictericia provocada por la vergüenza. Llegó a Francia, repatriado, el día de navidad de 1930 y se reintegró al Séptimo de Avignon. Aunque fue relevado del servicio activo pocos días después, la notificación oficial no llegó hasta marzo. Desde ese momento hasta principios de junio se pierde su pista, aunque es posible que viajara a España.

A pesar de lo poco gloriosa que había sido hasta el momento su carrera militar, el 16 de junio de 1931 se alistó por otros dos años en el Séptimo Regimiento de Carabineros con sede en Mequinez, Marruecos. Allí trabajó durante tres meses como secretario personal del general Goudot. Es en esta época cuando afirma que empezó a robar a sus compañeros y a observar con cierto deleite los efectos que sus acciones provocaban en ellos.


En febrero del 33 volvió a Francia y permaneció en el cuartel de Toul hasta el 15 de junio en que terminó su periodo de alistamiento. Poco después hizo una visita al escritor homosexual André Gide, y le contó que estaba preparando un viaje a Trípoli, pero adonde realmente parte, a pie, es a Barcelona. Desde allí vuelve a escribir a Gide para pedirle dinero.


El escritor Juan Goytisolo, que años más tarde se convirtió en uno de sus amigos más cercanos relataba con motivo del sesenta aniversario de Diario del ladrón:

Caído en la abyección, Genet decidirá asumirla y convertirla en virtud suprema. La escala de valores de la sociedad bienpensante no será la suya sino dándole la vuelta: lo vil se transmutará en noble y lo noble en vil. El proceso de subversión íntima iniciado en el antiguo Barrio Chino barcelonés será largo y accidentado, y se plasmará en la siguiente década en sus primeras obras poéticas y narrativas escritas en la cárcel parisiense de la Santé. El joven inclusero, mísero e indocumentado se consagrará al robo, la prostitución y la mendicidad en su anhelo de alcanzar la dureza empedernida del criminal con la misma entrega de quien se inicia en los arcanos de una creencia mística y de su áspero camino de perfección espiritual.

En esta vida como prostituto y mendigo encontró, al principio, la compañía de Salvador, un chulo sumiso que le recordaba a un Cristo de El Greco, y posteriormente la de Stilitano, un manco de origen serbio desertor de la Legión Extranjera. Con semejantes amigos, Genet frecuenta los antros del Raval, especialmente La Criolla en la calle del Cid número 10 y el burdel de Madame Petite, que tenía los cuartos llenos de acuarios con peces de colores. Goytisolo recuerda cómo eran esos lugares algunos años después:
Cuando me adentré por primera vez en el Barrio Chino en 1949 de la mano de un compañero de universidad aficionado como yo a los libros y experto en las zonas desaconsejadas de la ciudad, La Criolla y los bares en los que anidaba la especie maldita no existían ya. La red de callejuelas que se extendía del Portal de Santa Madrona a la calle del Carme albergaba tan sólo numerosos prostíbulos a cinco pesetas por ficha y la miseria reinante no debía diferir mucho de la que conoció Genet. El célebre burdel de Madame Petite era una sombra de sí mismo y la progenie de las execradas en público (y apreciadas por algunos en privado) ocultaban su maquillaje, abanicos, peinetas y faralaes a los ojos del ciudadano decente.
Estos locales, junto con el famoso Le Chabanais de Paris, por el que en tiempos desfilaron artistas y aristócratas, y que contaba con sala de torturas, salón japonés y salón morisco, posiblemente sirvieron de inspiración para el Gran Balcón o La Feria de Querelle de Brest. Genet dormía en un hostal barato del Barrio chino compartiendo cama más por necesidad que por gusto. Entre los mendigos, cuenta, se exhibían con orgullo los piojos que habitaban en sus cabezas y venían a ser lo que las medallas a las pecheras de los generales. En cierta ocasión fue detenido mientras se prostituía en el Raval y le encontraron un bote de vaselina mentolada, lo que provocó las burlas de los policías encargados del registro. Entraba dentro de lo lógico que un chapero guardara un bote de lubricante, pero ¿con mentol?


Estuvo en España aproximadamente seis meses aunque, en Diario del ladrón, alarga la estancia hasta los dos años. En realidad, en abril de 1934 ya estaba en Montpellier solicitando ingresar de nuevo en el ejército. En este caso firmó por tres años y se incorporó al Regimiento de Carabineros con sede en Toul, donde sirvió año y medio. De nuevo, lo que motivó a Genet a reengancharse en el ejercito fue más la pobreza extrema que el ardor guerrero, y si enrolándose en unidades de ultramar se obtenía más paga pues mejor aún. Prueba de ello es que 15 de octubre de 1935, antes de terminar su servicio, se reenganchó por cuatro años más en el mismo regimiento para obtener una bonificación mayor. Lo malo fue que, sorpresivamente, a los tres días fue destinado a Aix- en- Provence al Tercer Batallón del Regimiento de Infantería colonial de Marruecos (RICM), un cuerpo de férrea disciplina que competía en prestigio con la mismísima Legión Extranjera.

En Diario del ladrón, Genet afirma que fue chapero en Marsella con 16 años, pero antes de su llegada al RICM solo había estado un día en esa ciudad. Por tanto es de suponer que fuera en esta etapa cuando, aprovechando los fines de semana, se desplazara desde Aix, a escasos kilómetros, para obtener un sobresueldo en la noche marsellesa. Genet esperaba su traslado a Marruecos, y tanto debió esperar que un buen día desapareció. Desde luego el rigor castrense del RICM también debió contribuir lo suyo. El 18 de junio de 1936 fue declarado ausente en la revista, al día siguiente en ausencia ilegal y seis días después se le catalogó como desertor. Años después contaría a Sartre que desertó de la Legión y ahí comenzó el equívoco. En todo caso la vida en el RICM no debía ser muy diferente. Con el tiempo, Genet animaría a sus parejas a seguir su ejemplo y desertar de la milicia, aunque eso le obligara a volver a ser él también un fugitivo de nuevo, pero esa pulsión por el viaje, o mejor, por la huída parece haber sido una constante en su vida.

LA FUGA EUROPEA DE JEAN GEJIETTI

En este periodo (julio del 36 a julio del 37) Genet recorrió la friolera de 8.500 kilómetros, la mayor parte de ellos a pie por una Europa en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Esta época es para los biógrafos la más oscura de su vida, quizá porque fue el único momento en que sus actos no estuvieron bajo vigilancia. En los años 40 Maurice Toesca, antiguo funcionario de la prefectura y escritor, reconstruyó esta etapa a partir de los testimonios del propio Genet. Con estos datos y la narración deliberadamente desordenada y poética de Diario del ladrón, se puede trazar un itinerario más o menos aproximado del fugitivo Genet atravesando Europa en un periodo especialmente convulso. Dice Toesca que consiguió un visado del cónsul italiano en Niza gracias a un pasaporte en el que había alterado su nombre para evitar ser detenido por desertor. De esta forma Jean Gejietti viajó a Brindisi y de ahí a Albania. Fue arrestado en Tirana y expulsado por carecer de los permisos pertinentes. En Diario del ladrón afirma que le denegaron la entrada en la isla de Corfú y a continuación se dirigió a Yugoslavia. Detenido de nuevo en Belgrado, sufre arresto domiciliario en un pueblo de nombre impronunciable cerca del cual había un vertedero y campamentos de zíngaros.


Al parecer, el agregado militar francés pidió la extradición de Genet, pero al impedirlo las leyes internacionales, las autoridades yugoslavas lo pusieron en la frontera de Italia. En la novela, Genet dice que viajó desde Trieste a Venecia y de ahí a Palermo donde fue arrestado de nuevo. Su intención al llegar a Sicilia era continuar hacia Egipto. Al descubrir la falsificación en sus documentos, los italianos lo pusieron en la frontera de Austria, de modo que tuvo que atravesar los pueblos alpinos cubiertos de nieve a pie y descalzo. En invierno de 1936 llega a Viena, pero la policía austriaca lo expulsa y tiene que cruzar a Checoslovaquia. Nada más llegar a Brno es detenido por la policía, que al descubrir que era un fugitivo francés, derivó su caso a la Liga de Derechos Humanos. Lily Pringsheim, una activista alemana refugiada en Brno desde la elección de Hitler, acogió a Genet y le puso un colchón en el balcón del pequeño apartamento que compartía con sus dos hijas.

Durante los cinco meses que pasó en Brno, Genet quedó fascinado por Ann Bloch, la esposa de un rico industrial judío, con la que mantuvo correspondencia constante durante los años siguientes. Tras la ocupación alemana en marzo de 1939 los Bloch cambiaron su fortuna por dos billetes de tren que les sacaran de Checoslovaquia. En principio podían llevar dos maletas y, en una de ellas Ann guardaba las cartas de Genet. Al llegar a la estación solo les permitieron portar una sola maleta, de modo que las cartas estuvieron perdidas durante años, hasta que el doctor Friedrich Flemming las encontró y publicó. Realmente el estilo literario de las mismas no hace presagiar que apenas cinco años después su autor escribiera Nuestra Señora de las flores.


A finales de mayo de 1937 Genet dejó Checoslovaquia y se dirigió a Polonia. Es detenido en un hotel de Katowice y pasó catorce días en prisión (no dos meses como afirma en Diario del ladrón). Tras salir en libertad vivió de robar los cepillos de las iglesias. Consiguió llegar a pie hasta Alemania y finalmente decidió volver a Francia ya que, según había podido comprobar, era imposible ser ladrón en Europa central, ya que la policía era demasiado eficaz y, por otra parte Alemania era un país tan lleno de delincuentes por aquel entonces que era inútil dedicarse al robo. Para cumplir su destino de ladrón decidió volver a Francia. Tiempo después diría que solo los alemanes durante la época de Hitler consiguieron ser a un tiempo policías y criminales.

UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO

Odiar a Francia es quedarse corto,
 es preciso hacer mucho más que odiarla,
 hay que vomitar sobre ella.
 El hecho de que el ejército francés,
 el más prestigioso del mundo en ese entonces,
 claudicara ante las tropas de un cabo austriaco…
El enemigo declarado

A través de las cartas que continuó enviando a Ann Bloch podemos descubrir un Genet que, a pesar de haber estudiado solo hasta los doce años y de su vida azarosa y trashumante, era un ávido lector. Si en su infancia se había interesado por las novelas baratas, ahora cita a Verlaine, Baudelaire y sobre todo a Rimbaud, a quien admira especialmente.
Con el mismo pasaporte falsificado, consiguió volver a Francia en julio de 1937. Dos meses más tarde fue detenido en los almacenes Samaritaine cuando intentaba robar una docena de pañuelos de seda. Fue condenado a un mes de prisión que no cumplió al carecer de antecedentes. Sin embargo, cinco días después, el 21 de septiembre, fue detenido en una redada. Le encontraron varios documentos de identidad, un revolver con seis balas y los autógrafos de Carlos IX y Francisco I robados del escaparate de la tienda Rosignol. En esta ocasión dio con sus huesos en la cárcel de La Santé. El 25 de Noviembre se presentó ante el juez que le declaró culpable de robo, falsificación de documentos y tenencia de armas. Total: cinco meses a la sombra. Por si fuera poco, salió a relucir su pasado como desertor y la justicia militar lo reclamó y fue internado en una prisión de Marsella en enero del 38. Como consecuencia de esto fue expulsado del ejército por desequilibrio mental y conducta inmoral. En Mayo se le juzgó por deserción y robo, recibiendo una condena de dos meses. Como ya había cumplido dicho periodo, salió a la calle el mismo día, expulsado del ejército y con una pensión de 900 francos. Lo más curioso de todo es que, poco tiempo después, ocultó su pasado y se alistó en el Segundo Regimiento de Infantería que tenía su sede en Brest. En Bretaña volvió a las andadas y el 7 de octubre, junto a un tal Leon Dumez, robó cuatro botellas de licor. Los dos ladrones consiguieron escapar pero una semana después, Dumez fue detenido al intentar robar a un anciano y delató a su cómplice del delito anterior.
Genet entró de nuevo en prisión el 15 de octubre con una condena de dos meses. En enero del 39 salió a la calle y se trasladó a Montmartre. Es en esta época cuando escribió la mayor parte de Nuestra Señora de las flores. Vivía entre el Hotel Terrass y un cuarto que le prestó su amigo Reynal. Ambos frecuentaban los locales gays de París, especialmente el Chez Graff de la place Blanche, comportándose como homosexuales pasivos muy afeminados. Se expresaban en un argot plagado de inversiones de género que tenía su precursor literario en la novela Jesus-la-Caille, escrita por Francis Carco en 1914 y que probablemente influyó en Genet.
El 7 de mayo de 1939 fue detenido de nuevo, esta vez junto a un tal Leon Pelta, en un tren con dirección a Auxerre. Habían comprado billetes para pueblos cercanos y luego cambiaron a mano las direcciones. Les cayó un mes de prisión por vagabundeo y violación de las leyes ferroviarias. El 13 de junio salieron en libertad y tres días más tarde ambos son detenidos de nuevo por vagancia y encarcelados en Chalon- sur-Saone. En este caso no se les condenó. Consideraron que no eran responsables de su situación, ya que aún no habían tenido tiempo de encontrar un trabajo. Fueron puestos en libertad el 2 de julio.
A mediados de octubre sufrió una nueva detención cuando intentaba robar una camisa y un retal de seda en los Magasins du Louvre. La condena fue de dos meses en la cárcel de Fresnes y salió el 17 de diciembre. Al día siguiente volvieron a pillarle en otros almacenes intentando llevarse otro trozo de tela. Genet describe su modus operandi en Nuestra Señora de las flores, aunque a todas luces no parece que fuera demasiado eficaz. Por estas fechas, mientras Genet atravesaba su época textil, se produjo la sentencia del caso Weidmann, un asesino de origen alemán que fue el último guillotinado públicamente en Francia. Eugene Weidmann había matado a seis personas, entre ellas una joven bailarina norteamericana. Cuando fue detenido su imagen apareció en las portadas de todos los periódicos y su ejecución, en junio del 39, provocó una enorme expectación. El verdugo tuvo que accionar el aparato hasta tres veces, ya que la hoja era incapaz de atravesar el cuello del condenado. Ante semejante espectáculo se abolieron las ejecuciones públicas. Nuestros vecinos siguieron afeitando a sus reos con el invento del doctor Guillotin hasta 1977 pero eso si, a puerta cerrada. Genet siempre se sintió fascinado por la figura de Weidmann. Su nombre es la primera palabra que aparece en Nuestra Señora de las flores, y entre las pocas pertenencias que durante años llevó de una habitación de hotel -o celda- a otra se encontraba una fotografía del asesino alemán. Era lo primero que colocaba en la pared para sentirse como en casa.

El 23 de abril de 1940 Genet fue condenado a diez meses de prisión por robar 9.200 francos al padre de un amigo suyo. A esta condena se sumó la anterior de dos meses por el intento de sustracción de la pieza de tela. El 3 de mayo apeló y el 14 de junio fue puesto en libertad. Ese mismo día, las tropas alemanas entraban en París. Esta superposición de penas le daría mas tarde constantes dolores de cabeza. En agosto de ese año conoció a Jean Decarnin, un joven trotskista heterosexual que se convirtió en su primer gran amor y posiblemente influyó decisivamente en la orientación izquierdista de Genet. Decarnin tenía un puesto de libros en la orilla del Sena y, quizá por su nuevo amigo o por amor a la literatura, Genet se olvidó por un tiempo de las telas y comenzó a robar libros. El 3 de diciembre lo detuvieron por llevarse de la Librairie Gibert un volumen sobre el Consulado y el Imperio Napoleónico, una Historia de Francia y un ensayo filosófico. Lo encerraron nuevamente en La Santé, donde permaneció hasta el 4 de marzo de 1941.

El 10 de diciembre de ese mismo año, Genet consiguió aunar sus dos aficiones delictivas en una sola detención: mientras huía con una pieza de tela perseguido por un sastre, es atrapado junto a Nôtre Dame por un librero al que había robado una obra de Proust. En esta, que sería su décima condena, le cayeron tres meses y un día. Salió a principios de marzo de 1942. Se supone que durante estas estancias en prisión continuó trabajando en Nuestra Señora de las flores, que terminaría a finales de año.

Una vez en la calle trabajó vendiendo libros en el puesto de un amigo de Decarnin. Allí conoció a Jean Turlais y Roland Laudenbach que posteriormente le presentaron a Cocteau. El 14 de abril se produjo una nueva detención, esta vez por robar en la Librairie Stock de la rue St. Honoré. Se le condenó a ocho meses en la cárcel de Fresnes, aunque saldría el 15 de octubre. Durante su estancia en Fresnes, Genet se autopublicó un librito de trece páginas con el poema El condenado a muerte dedicado al asesino Maurice Pilorgue. Parece que contó con la ayuda de otro preso, un tipógrafo que cumplía condena por falsificar cupones de racionamiento. El libro, con la portada blanca o rosa, tenía papel de distintas calidades que habían robado en los almacenes de la Administración alemana.


El hecho de que fuera el propio Genet quien se preocupo de la edición del libro, aunque ésta fuera tan precaria, nos da una impresión acerca de la idea que tenía de sí mismo como escritor. Por aquel entonces no era más que un presidiario cuyo contacto más próximo con la literatura había consistido en vender libros y, en ocasiones, robarlos. No se trataba por tanto de la mera expresión de unas vivencias, de hecho éstas están deliberadamente alteradas. En ningún caso se pueden considerar Nuestra Señora de las flores o Diario del ladrón como meras biografías escritas con cierta maestría. Son autenticas creaciones planteadas como tales desde un principio. De hecho, Genet no para nunca de corregir sus obras una y otra vez. Supo siempre que era un escritor, o mejor un poeta, como le gustaba definirse. De la misma estirpe de Rimbaud, un poeta maldito, no un intelectual. Jamás quiso posicionarse como tal y entrar en los debates que proponía la sociedad francesa de su tiempo, ni frecuentar los cenáculos donde se cocía eso que ahora llaman tendencias. Siempre se mantuvo al margen, y cuando se expuso de nuevo en el escaparate público fue para defender causas que consideraba afines, las de aquellos que, como él, habían visto negados sus derechos más básicos. En esos casos utilizó su prestigio para situarse al lado de los desheredados.

COCTEAU

El ojo de Genet te avergüenza y te perturba
Diario de Jean Cocteau

Jean Cocteau estaba muy bien relacionado. Era amigo de Stravinsky, Apollinaire, Colette, Diaghilev y amante de Jean Marais, el actor más apuesto del momento, para el que escribió varias piezas teatrales. Compuso un número de cabaret para Edith Piaf y letras para Juliette Greco. Entre sus aficiones se encontraban los liftings faciales (se hizo el primero en 1935), entrenar al boxeador Panamá Al Brown, y descubrir nuevos talentos. Cuando pronunció su discurso de ingreso en la Academia de las Letras vestía un traje con diseño de Lanvin y dos espadas, una de ellas diseñada por Picasso y la otra por él mismo. Se rodeaba de lo más escogido de París, y Cocó Chanel solía pagarle sus curas de la adicción al opio. Cocteau, además, atendía su diario con absoluta meticulosidad y gracias a él podemos conocer paso a paso su relación con Genet. Cocteau escribió el 6 de febrero de 1943:
A veces los milagros suceden. Por ejemplo El condenado a muerte, de Jean Genet. Creo que solo existen cuatro copias del poema. Él ha destruido el resto. Este largo poema es espléndido, Jean Genet acaba de salir de Fresnes. Un poema erótico a la gloria de Maurice Pilorge, un asesino de veinte años ejecutado el 12 de marzo de 1939 en Saint-Brieuc. El erotismo de Genet nunca provoca rechazo. Su obscenidad nunca es obscena. Una pulcritud excelsa y grandiosa domina todo el texto. La prosa al final es breve, insolente, altanera. Estilo perfecto.

La primera reunión entre ambos tuvo lugar el 15 de febrero de 1943 en presencia de Laudenbach que hizo de intermediario. Al parecer, Genet se presentó impecablemente vestido y un tanto desconfiado al principio, aunque más tarde terminó por leer a su anfitrión algunos poemas. La visita al parecer le supo a poco y al día siguiente volvió a casa de Cocteau. El pintor Édouard Mac Avoy, que estaba allí en aquel momento lo describiría cuarenta y cinco años después como un curioso personaje, mitad presidiario, mitad boxeador de peso medio. Genet les leyó su novela ante la mirada circunspecta de Cocteau que en un primer momento sintió cierto desagrado por las historias de travestis del libro. Aunque ese mismo día se retracta en su diario:
En Genet la más sutil de las líneas relumbra como los garabatos mágicos de Picasso. Uno sueña con poseer ese libro y hacerlo famoso. Por otro lado eso es imposible y está bien que así sea. El auténtico ejemplo de ceguera y pureza inaceptable. El escándalo debe emerger. Verdadero escándalo. Estalla silenciosamente con este libro y espontáneamente dentro de mí. Genet es un ladrón buscado por la policía. Uno tiembla al pensar que podría desaparecer y que sus obras podrían ser destruidas. Deberían publicarse, solo unos cuantos ejemplares para venderlos por debajo del mostrador.
Santa María de las flores obsesionó a Cocteau. La noche en que Genet se lo prestó la pasó en vela leyendo y releyendo el libro que acabó ejerciendo sobre él un poder casi demoníaco. Seis días después escribe:
La bomba Genet. El libro está aquí, en el apartamento, extraordinario, oscuro, impublicable, inevitable (…) Para mi es el gran acontecimiento de nuestra época. Me desagrada, me repele, me asombra (…) Es puro en el sentido en que Maritain dijo que el diablo es puro, porque no puede hacer otra cosa que el mal. El ojo de Jean Genet te avergüenza y te perturba. Él está en lo cierto y el resto del mundo está equivocado (…) He leído Santa María de las flores línea por línea. Todo es abominable y a la vez digno de respeto. Genet perturba -repito- y no hay nada que él pueda hacer al respecto. Aclaro que en este libro no existe el deseo de escandalizar. La mano que escribe es inocente, libre de toda restricción. Aquí se muestra la soledad y el estremecimiento de una estrella negra.
Durante esta nueva estancia en prisión Genet conoció a Lucien-Guy Noppé, que se convertiría en su amante. Parece que a partir de esta relación, Genet cambió su rol en las relaciones sexuales y pasó a ser activo, o al menos eso afirmaba él. Lucien, además serviría de inspiración para sendos personajes en Diario del ladrón y Milagro de la rosa. En agosto de 1943 cambió la celda por un cuarto del Hotel Bisson, que a menudo compartía con Jean Decarnin, aunque en camas separadas. Al parecer, para entonces ya tenía avanzado el planteamiento de Las criadas, a partir del caso de las hermanas Papin, un celebre homicidio de los años treinta.

Cocteau se entregó de forma apasionada a la alabanza del genio de Genet, con Valery, con Morihien, su secretario, con Henri Mondor, biógrafo de Mallarmé, con todo aquel que se cruzaba en su camino. Envió el manuscrito a Paul Eluard y Robert Desnos, a Colette, a Marcel Jouhandeau y al ex-director de la Nouvelle Revue Française, Jean Paulhan. Cocteau se inventó a Genet antes de que Genet existiera para el público. El chico de la asistencia pública que dejó los estudios a los doce años se convirtió en el secreto más preciado de la intelectualidad. Estaba a punto de salir al escaparate, a ser mirado con esa mezcla de admiración y temor que debieron provocar los engendros humanos que vagaban de feria en feria a principios del siglo XX. Finalmente, Cocteau se encargó personalmente de sacar a la luz Santa María de las flores, aún sabiendo que tendría que distribuirse de forma clandestina. Conviene recordar que Francia estaba ocupada por los nazis y Europa entera sufría la Segunda Guerra Mundial. Mientras tanto, el 1 de marzo de 1943, Genet firmaba su primer contrato como escritor. Paul Morihien, el secretario de Cocteau y amante de Marais, sería su editor legal. Genet recibió 30.000 francos por los derechos de la novela y del poema El condenado a muerte. Se incluían también dos títulos provisionales: Les enfants du malheur y El diario del ladrón. Se preveía la publicación de cinco piezas teatrales: Journée castillane (quizá una versión embrionaria de El Balcón), Persée (también desaparecida), Pour la belle (primera escritura de lo que más tarde será Severa vigilancia), Les guerriers nus (guión cinematográfico escrito el año anterior) y Heliogábalo, una obra sobre uno de los más crueles emperadores romanos y que Genet quería que interpretara Jean Marais. El manuscrito, actualmente perdido, fue vendido por Genet a varias editoriales, y al propio Marais le dijo que lo había destruido cuando éste dijo que no le gustaba el texto.

Cuando Genet fue detenido por decimosegunda vez ya era un poeta maldito. Su nombre circulaba por todos los corrillos culturales de París. El día del juicio tuvo a su lado a uno de los abogados más prestigiosos y en primera fila estaban Jean Cocteau, Paul Morihien y Jean Marais. El propio Cocteau escribió al abogado Garçon: 
Querido Garçon, te encomiendo a Genet, que roba para alimentar su alma y su cuerpo. Él es Rimbaud y no se puede condenar a Rimbaud. 
En este caso la detención se había producido el 29 de mayo de 1943 por robar una edición de lujo de Fiestas galantes de Verlaine, según él porque aparecía un hombre muy guapo en la portada. Desde el primer momento se le advirtió que si recibía una pena superior a los tres meses, la condena sería a cadena perpetua. La prensa de ambos bandos (colaboracionista y resistente) reseñó el suceso, a pesar de que su primera novela no sería distribuida en condiciones hasta 1944. Finalmente, fue condenado exactamente a tres meses de cárcel. El propio juez confesó a Cocteau que lo benévolo de su sentencia a la larga podía perjudicar a Genet: estaba claro que trabajaba mejor en la cárcel.

El 24 de septiembre lo vuelven a detener al cogerle con las manos en la masa en la Librairie Caffin, así que tiene que volver a ingresar en La Santé. Genet, que ahora tiene dos amigos en el cuerpo de policía, se queja a menudo de que no hacían lo suficiente. Maurice Toesca era el encargado de limar asperezas entre las policías alemana y francesa. Por otro lado André Dubois había sido jefe de policía hasta 1940 y aún conservaba contactos en la prefectura, a la que se reintegró más tarde. Dubois era un admirador de Genet y posiblemente uno de los que le inspiraron el don Jorge de El Balcón. El gobierno colaboracionista de Vichy dictó una nueva ley según la cual el Estado podía mantener encarcelados indefinidamente a aquellos convictos que carecieran de medios para ganarse la vida en el exterior. De ahí que la preocupación principal de Genet fuera que su novela comenzase a distribuirse para poder alegar ingresos suficientes que le permitieran salir de prisión. Además, había sido trasladado al Camp des Tourelles donde el grueso de la población reclusa estaba compuesto por miembros de la Resistencia. El centro estaba bajo control francés pero con supervisión alemana, por lo que Genet temía que se tratase de un paso previo hacia los campos de exterminio.

Hasta ese momento, Nuestra señora de las flores solo había entrado en el circuito de los libros clandestinos y pornográficos. Era enviada discretamente a homosexuales cultos y con dinero. La pareja formada por Marc y Olga Barbezat leyeron El condenado a muerte y se interesaron por el caso del poeta recluso. La familia de Marc tenía una empresa farmacéutica y él mismo acababa de crear la revista literaria L´Arbaléte. Esta nueva estancia de Genet a la sombra estaba siendo más desagradable si cabe que las anteriores. Al terror que le provocaba la posibilidad de ser enviado a un campo de concentración se unió la escasez de alimentos. Pasaba hambre y pedía insistentemente a sus amigos que le enviaran paquetes con comida. Había movilizado a Cocteau, los Barbezat, Toesca, Dubois, Laudenbach etc. para que intercedieran por él y se acelerara la publicación de Milagro de la rosa, lo que le permitiría demostrar un oficio. Marc Barbezat incluso certificó, a espaldas de su familia, que le daría un empleo en la farmacéutica. Por si fuera poco, en el interior de la prisión, los presos políticos despreciaban a los delincuentes comunes. Algo desconcertante sin duda, teniendo en cuenta que, en la calle, eran un puñado de colaboracionistas quienes lo estaban ayudando. No deja de ser curioso que todo esto sucediera en plena guerra, con París a oscuras por las restricciones energéticas y en una capital ocupada por el enemigo de siempre. La mayor parte de los intelectuales estaban en la Resistencia, en la cárcel, o colaborando con los invasores. Algunos, como Cocteau y sus amigos, mantuvieron una cierta equidistancia que les permitió tener un buen pasar en la ocupación y no acabar purgados tras la guerra. Probablemente para un presidiario y escritor en ciernes, como Genet, todo esto representaba el menor de sus problemas. Odiaba a Francia con toda su alma, postura que mantuvo hasta el final. Cuando alguien le reprochaba escribir en buen francés historias que se desarrollan en ambientes marginales, en lugar de hacerlo en el argot propio de los desheredados, él siempre afirmó que se debía hablar al enemigo, al verdugo, en su propia lengua. Por eso, a pesar de sentir una lógica repulsión por Hitler, no podía dejar de experimentar cierta malsana satisfacción por ver al orgulloso ejército francés, al que perteneció y del que fue desertor, humillado por un cabo austriaco aficionado a pintar paisajes. Y como es de suponer, todo lo malsano excitaba la imaginación de Genet.

Salió en libertad el 14 de marzo de 1944, y poco después Barbezat publicó en el número 8 de L´Arbaléte el último capítulo de Nuestra Señora de las flores (el más inocuo para la censura). En el mismo ejemplar apareció también Huis Clos (A puerta cerrada), la pieza teatral de Sartre. Curiosamente, el teatro y Sartre marcarían las próximas etapas de la vida de Genet.

La situación legal de Genet entre 1944 y 1947 era dudosa e insegura. Seguía teniendo pendientes dos años de condena por cumplir, de modo que una nueva detención le hubiera dejado en una situación comprometida. En aquellos años en que todo el mundo estaba entrando o saliendo de la cárcel, los primeros por colaboracionismo y los segundos como héroes de la resistencia, Genet iba de un hotel de mala muerte a otro, siempre con una pequeña maleta con sus pertenencias, foto de Weidmann incluida. Escribía con pluma y tintero. Nunca usaba máquina de escribir, demasiado pesada para un nómada y aborrecía los bolígrafos. Consiguió documentación falsa a nombre de Jean Graves o Jean Gallien. Siempre JG, para no contradecir las iniciales bordadas en sus camisas. A menudo se iba de los hoteles sin pagar. Mientras llevaba esta vida de fugitivo, Genet se estaba convirtiendo en una celebridad. Frecuentaba a políticos, artistas y admiradores. Sin embargo, nunca abandonó el robo. De hecho, seguía controlando una pequeña red de ladrones de libros. Ni siquiera sus amigos y benefactores se libraron. De casa de los Barbezat se llevó primeras ediciones de Eluard y un libro de Max Ernst.

Su amistad con Cocteau fue languideciendo. Aún así, durante años siguió sus pasos de una forma u otra. Genet apadrinó al joven poeta Olivier Larronde, dirigió una película, como había hecho su mentor, e incluso el equipo que estrenó Las Criadas era el mismo que trabajaba habitualmente con Cocteau. Genet, entre otras cosas, le echaba en cara la falta de atención cuando estuvo en la cárcel, aunque la causa más probable de esta progresiva separación fuera la búsqueda de independencia, de encontrar una voz propia lejos del manto protector de Cocteau: una forma de sobrevivir por sí solo en medio del escaparate. Pero Cocteau no fue el único que sufrió la hostilidad de Genet una vez que abandonó la cárcel. En realidad, se alejó de todos aquellos que antes le habían ayudado. Él mismo manifestó que traicionar a sus amigos no había sido fácil, pero que al final valió la pena.
Sergio Macías

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