Me gusta caminar hasta el final de Portobello Road, dejar atrás Portobello Green, Oxford Road y el Instituto español, donde escucho a los niños hablar mi lengua, y llegar a Golborne Road, donde los puestos de pescado y comida marroquí inundan la calle, donde las tiendas de antigüedades se mezclan con los cacharros expuestos sobre mantas en el suelo, me gusta el olor a sardinas recién hechas.
Me gusta cerrar los ojos y escuchar las conversaciones y creer durante unos minutos que hace calor. Esta calle ahora se conoce como “Pequeña Marruecos” por la cantidad de restaurantes y tiendas marroquíes que venden productos del Magreb.
Me gusta cerrar los ojos y escuchar las conversaciones y creer durante unos minutos que hace calor. Esta calle ahora se conoce como “Pequeña Marruecos” por la cantidad de restaurantes y tiendas marroquíes que venden productos del Magreb.
Aquí, en Portobello, también se refugiaron los primeros españoles y portugueses que llegaron a Londres a finales de la década de los años 30.
En esta calle, ironías del destino, que debe su nombre a la batalla que perdimos los españoles en 1739 y que le dio su nombre de ese puerto en el Golfo de Méjico que perdimos en siglo XVIII.
Me gusta seguir andando por Golborne Road y ver al fondo la Trellick Tower* cruzar el puente y girar a la derecha y volver a casa caminando con el canal a mi izquierda y el ferrocarril a mi derecha, hasta la parada de metro de Westbourne Park.
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