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miércoles, septiembre 15

A propósito de “Escenas del Mundo Flotante”, de Igor Calvo

La exposición de Igor Calvo nos remite a una reflexión sobre el problema del objeto en la imagen fotográfica.


Escenas del Mundo Flotante I
 Si aceptamos – con Whitehead – que la percepción sensorial no implica pensamiento (1), la ría que nos presenta Igor Calvo se manifiesta como receptáculo omnicomprensivo que representa simul una colectividad de imágenes discontinuas, conformando – recurramos al sempiterno Shakespeare – una materia tal que los locos la expresan pero no la conciben. Este sujeto vacío, reacio a la unidad ilusoria, desarrolla una conciencia del no-saber en la que sujeto y objeto son uno y lo mismo; y que, por tal razón, accede únicamente a un mundo generalizado, adecuado a la identidad (2).

Escenas del Mundo Flotante XIII
Este objeto imposible, suministrador de expresiones sin repetición, perece en su intento de arribar a lo infinito para renacer en la accidental contingencia de la delimitación finita (3). En este proceso, la Identidad (la esencia como fundamento) surge como un darse efectivo en el seno de lo Diferente. 

En definitiva, la ría de “Escenas del Mundo Flotante” en sí misma carece de existencia real, existe en tanto que continúa expresando su contenido negador de esencialidades (4)

Este imaginario ilimitado rehúsa gravitar en torno a un centro concreto, si sus diferencias disensuales tendieran a concentrarse en un único punto, sus discrepancias acreditarían un mismo origen o una misma teleología (reaparece la sombra de la identidad). Esta negativa a la acotación conlleva que
 “la diferencia es objeto de afirmación, y afirmación ella misma(5).
                                                                                      
Su confusión primigenia será precisamente su disimilitud, y la inevitable referencia al resto no hará sino fortalecer su diferencia propia.
Las relaciones que se establecen entre las fotografías de Igor Calvo adolecen de gran fragilidad, estas conexiones aferenciales se renuevan fotografía a fotografía, alterando las secuencias acomodadas con anterioridad e inaugurando secuencias originales. Esta configuración ratifica la imposibilidad de un eje estable, tanto en una fotografía concreta como en el conjunto de ellas. Cada imagen carece de atribución (ni como objeto ni como sujeto) por la carencia de semejanzas. Cada imagen se erige como la Diferencia entre las Diferencias, evitando jerarquías gnoseológicas.
Ello es posible por la asunción individual de cada fotografía en un movimiento regenerativo que hace posible la diversidad de núcleos de atracción: el pluriperspectivismo (o plurisituacionalidad) y la coexistencia simultánea de múltiples actos que
 “ocupan el mismo punto, sin superposiciones y sin transparencia(6)
En conclusión, una clase de escenificación lejana al mundo clásico de la representación característico de aquellas epistemologías que se fundamentan en la idea de representación y reciprocidad, o en aquellas filosofías cuya concepción de los términos lingüísticos es la de cadenas de significados presentes a los usuarios; es decir, en aquellas doctrinas para las que la Identidad se encuentra inscrita en la “presencia” (representación=representado), agotando la realidad de lo fotografiado en su presencia identitaria y retrotrayendo su aparente substrato último al platónico universo de lo inmutable.
La primera consecuencia que se deriva directamente del objeto creado por Igor Calvo es, sin duda, la inoperancia del principio de Identidad A ya no es A (7); con lo que se potencia, de alguna forma, el problema del Otro (8).

Al mismo tiempo el espectro de esta ría indefinida pero finita ofrece una visión acausal, descalificadora de objetividades únicas. Una aproximación a la realidad que nos muestra Igor Calvo es, exclusivamente factible, desde los diversos niveles de estrategia encaminados a captar su co-existencia, estableciendo (no significados) el sentido de cada imagen-diferencia (9).

La “crítica de la abstracción” inherente al i-racional universo de las Diferencias, no debe ser pretendida como suplantación ilícita de nuestra voluntad de saber al través de un sentido simulado. Esfuerzos tales resultan vanos al persistir la disparidad genética independientemente de la anuencia del cognoscente (10).


La paradoja de “Escenas del Mundo Flotante” consiste en que podemos observarlo, pero no analizarlo. Sabemos que posee un contingente informativo y somos incapaces de descifrarlo; el objeto se nos escapa a nuestras categorizaciones habituales.
Este ámbito cerrado y dispar (disparatado) que nos ofrece la exposición de Igor Calvo deriva retribuciones epistemológicas: en sus imágenes se permite a la Identidad evolucionar en formas que se transmutan en mismidades al introducir variables disímiles, permitiendo a cada fotografía la capacidad de hacerse inteligible.

Esta amalgama no es capaz de fijar estructuras sólidas sobre las que cimentar la síntesis perfecta de una cosmovisión completa, muy al contrario, constituye una pauta referencial sobre la que cimentar una práctica cotidiana de la visión en devenir continuo.
S.M.X.
PhotoArte Komite
NOTAS:
1.- Ya lo dijo Marx: conocer no es ver. He ahí el error de la teoría contemplativa (el equívoco que hace confluir la mirada y la intelección). Su epistemología identitaria oblitera la diferencia y nos ofrece una verdad quimérica que nos será dada al final del apocalíptico devenir histórico.

2.- El loco (cuya unidad de conciencia se debe al azar de la necesidad) encargado de simbolizar lo i-racional es designado como comunicador de lo que de inefable contiene “ese espejo viviente y perpetuo del universo (de la diferencia)” [Leibniz, G.W. “Monadología” Orbis.Barcelona. 1983, pág. 39]

3.- Esta circularidad cuasi-trascendental no se asemeja al proceso per negationem de Hegel. Su Deus sive Historia requiere un proceso infinito inacabable, desarrollado en un tiempo lineal y doloroso. Además, la negación (que cataliza el movimiento dialéctico) supone un momento de alienación: la negación como diferencia no-afirmativa. Hegel reduce la negación (la diferencia) a simple oposición, con lo que el substrato último continúa siendo identitario. Someter la diferencia a lo negativo nos lleva a un ser plenario, teleológico y positivo.

4.- En el proceso histórico lineal ”la representación infinita no se desprende del principio de identidad en cuanto presupuesto de la representación” [Deleuze, G. “Diferencia y repetición” Júcar Universidad. Madrid. 1988, pág. 108]

5.- Deleuze, opus cit. pág 113.

6.- Borges, J.L. “El Aleph” Alianza/Emecé. Madrid. 1987, pág.169.

7.- En el reino de las identidades, o mejor dicho, de las mismidades tampoco el principio de identidad en el sentido clásico funciona del mismo modo: A es ahora A. el ejemplo más clarificador nos lo suministra Perec G. en su obra “El gabinete de un aficionado. Historia de un cuadro”. Perec nos describe un enorme lienzo en el que se reproducen unos cien cuadros, uno de los cuales es la reproducción del lienzo mismo que contiene a su vez todos los cuadros, y así sucesivamente. Su peculiaridad reside en las pequeñas variaciones que cada reproducción contiene “personajes y detalles desaparecían o cambiaban de sitio, o eran sustituidos por otros: la tetera del cuadro de Garten se convertía en una cafetera de esmalte azul; un campeón de boxeo, que aún se mantenía erguido en la primera copia, recibía un terrible uppercut en la segunda, y yacía sobre la lona en la tercera…” [Perec G. “El gabinete de un aficionado. Historia de un cuadro” Anagrama. Barcelona. 1989, pág. 24]


8.- El problema del Otro lo entendemos al igual que Foucault “No es una reproducción de lo Mismo, es una repetición de lo Diferente. No es la emergencia de un YO, es la puesta en inmanencia de un siempre otro o de un No-yo” Deleuze G. “Foucault” Paidós. Barcelona. 1987, pág.129.
El tema de la “repetición de lo diferente” ha sido tratado por diversos autores, entre ellos el propio Borges, Merkvist, Dunsany o Saramago.

9.- La diferencia puede emanar su sentido sin que éste sea aprehendido por el espectador. Intentamos proveer a cada imagen de un significado, lo que carece de interés porque entre ese significado y la diferencia jamás se establecerá un nexo asociativo.

10.- La auto-recreación de la diferencia supone un no-condicionamiento exógeno y, por tal razón, el propósito del sujeto (en su querencia por imponer sentidos apriorísticos) resulta malograda desde su inicio. Acontecer similar al narrado en “El libro de arena” (Borges), en el que la voluntad de un individuo fracasa en su pretensión de fraguar un orden geométrico dentro de un volumen con disposición anárquica e irrepetible.



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