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lunes, octubre 22
14:03

Oriental Displacement.Arte, itinerarios turísticos y branding urbano.

Esta ha sido la década en la que “el lugar” se ha convertido en el eje del discurso de exposiciones y bienales artísticas. Un “lugar” circunscrito, de modo mayoritario, a las ciudades y que es consecuencia directa de las políticas de desarrollo de lo que se ha venido en llamar “branding urbano”. Un “maridaje”, como dicen en gastronomía, al que el “Arte” se ha prestado con entusiasmo, con el fin de justificar su “valor” social; una combinación de oferta cultural y recorrido turístico que no es más que la actualización del nostálgico “Grand tour”, pero globalizado.

A poco que se analice, es evidente que esta estrategia de creación de marca de las ciudades no es más que la traducción aumentada de la “macro-tienda-espectáculo”,  tan utilizada por las grandes firmas comerciales desde mediados de los 90’. 
Su funcionamiento básico consistía en habilitar inmensos locales en los que se ofrecía al consumidor una “inolvidable experiencia”; su objetivo era doble: reforzar la reputación de marca y lograr que el consumidor, una vez de vuelta a su hogar, y ante una decisión de compra rememorase la “fascinante emoción” y tratara de revivirla mediante la reiterada compra del producto de la marca en cuestión. Aunque estos espacios eran, generalmente, deficitarios, parece probada su eficacia a la hora de incluir la marca en la “short list” del consumidor.
Como decimos, la traducción de esta estrategia ha dado lugar a que los espacios de nuestras ciudades se hayan ordenado siguiendo estas directrices de “tienda-espectáculo”, transformando incluso el significado de sus rincones con la intención de transmitir a nuestros visitantes una experiencia diferenciada y excitante. 

Pero, al igual que ocurre en las tiendas, es fundamental la creación de un “itinerario” para el consumidor, de ahí la explosión de lo que nos gusta definir como “geografías fructíferas”; esto es, cartografiar la ciudad para inventar un “itinerario turístico” que armonice con la “idea de ciudad” que queremos comunicar. Y en estas construcciones de ciudades-espectáculo incluso aquellas zonas catalogadas como “espacios de exclusión” adquieren protagonismo.


Y es aquí donde se detiene “Chopsticks. Oriental Displacement”, el nuevo trabajo de la fotógrafa Susana López F. 
En este nuevo proyecto se analiza la integración o la exclusión en los itinerarios turísticos de áreas concretas de las ciudades relacionadas con la implantación de comunidades no nativas. En “Chopsticks” se elige la comunidad oriental como tema del discurso, una comunidad que se percibe, a la vez, como exótica y “poco problemática”.
 “Chopsticks. Oriental Displacement” constituye un acercamiento a la diversidad de modelos de asentamiento de la comunidad china en las ciudades y a su consideración como “significantes positivos” para su inclusión en las trayectorias turísticas. A modo de snapshots, incidiendo en la idea de “álbum de viaje”, las imágenes nos hablan de la construcción de la identidad, de la artificiosidad, de la mirada  a lo exótico, de la importancia del lugar.

En esta primera presentación de “Chopsticks” - ya que, como muchos de los proyectos de Susana López F. se plantea como un “work in progress” – se nos presenta Manhattan y Barcelona; comunidades que, respectivamente, han sido integradas o excluidas de estos circuitos.

Pero, además, la exposición se enriquece, a modo de anexo, con las imágenes que conforman “Chopsticks. Hong Kong”. Una comunidad que entendemos como perteneciente a China, pero con un férreo rechazo a tal estatuto. Con la inclusión de Hong Kong (símbolo de la capacidad de transformación de la nueva China “un estado, dos sistemas”) nos planteamos, desde otra perspectiva, la verdad y la ficción que acompaña en la asignación de conceptos en el branding urbano.

No queremos finalizar sin mencionar el proyecto de “itinerario alternativo” que la galería PhotoArte Komite desarrolló durante la primavera de 2011 con el “Mapa de la Belleza de Bilbao”. Una construcción colectiva que nos permitía transitar por aquellos espacios urbanos a los que se ligaba una experiencia personal de las personas que participaron. Un intento de modificar estos “mapas institucionales” en “mapas de la ciudadanía”.

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