"Conspiranoia
es un mundo paralelo regido por la Cábala y habitado por templarios,
rosacruces, masones, sabios de Sión y numerarios del Opus..." En este
divertido e interesante artículo Sergio Macías nos presenta las diversas
teorías sobre la verdadera identidad de William Shakespeare.
Esta es la segunda y última parte del artículo
«Yo sabía perfectamente qué iba a ser eficaz en el escenario. Esta es la segunda y última parte del artículo
¿Sabía Shakespeare que no era Shakespeare? Algunas notas sobre la cuestión de la autoría (I Parte)
Encontraba un argumento (Hamlet fue uno de ellos), consultaba con Oxford
y formaba la estructura del edificio, que él decoraba y poblaba tal como convenía al tema...
Yo era el esqueleto del cuerpo que escribía las piezas.
La carne y la sangre no eran mías, pero siempre intervenía en la construcción.»
Confesiones del espíritu de William Shakespeare
comunicadas a la médium Hester Dowden en 1947.
Poco después, el fantasma del conde de Oxford le
dictó un par de sonetos.
Adentrarse en el terreno de la autoría de las obras de Shakespeare es bucear por un espacio en el que resulta complicado separar el grano de la paja. Casi siempre que la sombra de la duda planea sobre un tema, éste se convierte en pasto de las teorías más peregrinas y caemos en la paranoia de las teorías de la conspiración o Conspiranoia.
Conspiranoia es un mundo paralelo regido por la Cábala y habitado por templarios, rosacruces, masones, sabios de Sión y numerarios del Opus. En él viven alegremente Nostradamus, Cristóbal Colón, Jesucristo y la Magdalena, la Muerta de la curva y William Shakespeare. De vez en cuando se puede ver pasear por sus aceras, furtivo, a Jack el destripador acompañando al tipo que de verdad mató a Kennedy. Conspiranoia limita con Roswell y con Nazca y esta bañada por el mar donde aparcan los aviones en el triángulo de las Bermudas. Es en realidad, el lugar al que acudimos cuando no sabemos nada de nada acerca de cualquier cosa.
La llegada de Shakespeare a este universo paralelo data de finales del siglo XVIII, cuando un aplicado reverendo se puso a indagar datos sobre la figura del Bardo y llegó a una conclusión que han asumido como propia todos los escépticos que en el mundo han sido: Es dudoso que el hombre de Stratford haya sido el autor de las obras que se atribuyen a William Shakespeare.
Los escasos datos fiables que conservamos acerca de su vida no han hecho sino avalar todo tipo de teorías acerca del verdadero nombre que pudiera estar detrás del más grande autor del teatro inglés. Del hombre de Stratford sabemos que era hijo de guantero, que aprendió las primeras letras en la escuela local, que sus padres eran analfabetos, que se casó con una mujer algo mayor que él con la que tuvo una hija y dos gemelos (Hamnet y Judith), que emigró a la capital y allí hizo fortuna en el teatro. Cuando estaba en lo más alto se volvió al pueblo con la familia donde murió años después. Está enterrado en la iglesia local y en su testamento deja a su señora su segunda mejor cama. En él no se menciona biblioteca alguna ni manuscrito.
Siete años después de su muerte, en 1623 aparece un volumen con 36 obras de su autoría (First Folio) precedidas de una elegía escrita por Ben Jonson donde deja caer que su amigo sabía poco latín y menos griego.
De su puño y letra se conservan algunos documentos con su firma, con trazos y grafías siempre diferentes. Sabemos que su hija Susana sabía firmar, no así Judith (Hamnet, el otro gemelo, murió prematuramente).
Con estos precedentes el terreno para la duda queda abonado. ¿Dónde adquirió el hombre de Stratford los conocimientos necesarios que se desprenden de la lectura de las obras de Shakespeare? Si es cierto que sabía poco latín y menos griego cómo pudo leer a los clásicos en que a menudo se inspira. Tenía nociones de francés, italiano, español como hace suponer la inspiración de algunas de sus obras, fechadas antes de que existieran traducciones al inglés de sus fuentes. En qué momento navegó, estudió leyes, medicina o cuándo pudo conocer Italia de manera que aparece descrita como si hubiera pasado allí todos los veranos de su vida.
Desde que el Reverendo Wilmot apostatara en 1785 de la teoría oficial y apuntara a Sir Francis Bacon como el verdadero autor de las obras de Shakespeare hasta nuestros días se han sugerido más de sesenta candidatos para el puesto. Entre los escépticos más relevantes se encuentran Charles Dickens, Ralph Waldo Emerson, Sigmund Freud, Mark Twain, Walt Whitman, Henry James, Charles Chaplin, Orson Welles, Leslie Howard y John Guielgud entre otros.
La Duda Razonable
En 2007 se creó la SAC (Shakespeare Authorship Coalition), un grupo de intelectuales y personalidades de la escena inglesa y norteamericana liderados por el que fuera director del New Globe Theatre ,el actor y director Mark Rylance y Sir Derek Jacobi , actor shakesperiano famoso en España por su interpretación en Yo Claudio.
En el Manifiesto por la duda razonable, los abajo firmantes no niegan ni afirman. Cada uno de ellos tiene sus opiniones al respecto pero todos juntos expresan sus dudas y terminan declarando que el tema de la identidad de William Shakespeare debería ser debatido en el ámbito académico, y parece que algún camino se ha andado ya que actualmente dos universidades, una en Londres y otra en EEUU ya incluyen en sus programas sendos masters sobre la autoría.
La SAC comienza por dudar que el nombre impreso en las obras se refiera al hombre de Stratford. A menudo aparece Shake-Speare, con guión, algo inusual en la época, mientras que en otros documentos (incluida el acta bautismal) aparece sin guión.
En cuanto a las pruebas del First Folio, ni Jonson ni Digges escribieron en vida ni una sola referencia acerca de Shakespeare. Parece curioso si era verdad que le profesaban tal admiración. Solo se conserva una lista de reparto de 1616 en la que Jonson cita a Shakespeare como actor en una de sus obras.
Respecto a los actores, ninguno de ellos era escritor y hoy, muchos especialistas dudan que fueran ellos quienes escribieron los pasajes que se les atribuyen.
Por último, el monumento de Stratford si parece evidente que alude a un escritor, si bien el que vemos hoy difiere bastante del erigido a comienzos del siglo XVII. Según un dibujo de 1634 representaba a un hombre con un gran bigote caído, sosteniendo un saco de lana.
Posteriormente se restauró, se le hizo un lifting y se le añadió la pluma, más acorde con su oficio de escritor que el saco.
Eso si, ganó algo de peso con el cambio. La inscripción no nombra nada que lo relacione con el autor. Los epitafios de otros escritores de la época si contienen alusiones a su oficio.
No se conservan obras ni poemas de su propia mano, ni siquiera correspondencia a pesar que su vida discurrió entre dos lugares relativamente lejanos.
Solo tenemos seis firmas inconsistentes y temblorosas en documentos legales. Da la sensación de que tenía dificultades para escribir su propio nombre hasta el punto de que hay quien piensa que fueron escritas por un abogado. Tres de estas firmas están en el famoso testamento en el que deja su segunda mejor cama a su esposa. No se mencionan libros, ni obras ni efectos literarios o instrumentos musicales. Deja regalos a algunos compañeros actores pero son textos interlineados lo que evidencia que se acordó después. En todo caso demuestra que tenía que ver con el teatro, no que fuera escritor. Ni siquiera nombra a Richard Field de Stratford que imprimió los poemas que le hicieron famoso.
El hombre de Stratford creció en un pueblo agrícola. No consta que viajara a ningún lado. Sus padres firmaban con una marca y de sus hijas, solo la mayor era capaz de escribir su nombre a duras penas. No hay ningún dato que confirme que asistió a la escuela local y desde luego su nombre no aparece en los listados de alumnos de las dos universidades de la época.
Los stratfordianos aseguran que la educación recibida en la escuela de gramática de su pueblo natal podía haber sido más que suficiente pero de las obras de Shakespeare se deducen conocimientos de literatura clásica, medicina, leyes, táctica militar, técnica naval, historia antigua, botánica, filosofía, cetrería, equitación, astronomía, geografía, heráldica, vida cortesana y etiqueta nobiliaria inglesa, francesa e italiana… quizá demasiado para una escuela de pueblo. Muchos de estos conocimientos eran exclusivos de las clases altas e incluso algunas de las obras en latín, griego, español o francés que constituyen las fuentes shakesperianas aún no habían sido traducidas (El Hamlet de Belleforest entre ellas). No es que un aldeano no pudiera acceder a esa formación, lo raro es que lo hiciera sin dejar ninguna huella. Los libros eran caros y difíciles de conseguir, excepto en las universidades. No consta que poseyera libro alguno ni hay documentación que muestre que recibiera ningún pago por escribir ni que tuviera ningún patrocinador. Los mecenas de otros autores famosos no hablan nunca de Shakespeare y los propios autores no dicen conocerle hasta 1623.
Frente a la idea de que fue una figura pública importante no consta que Isabel I o Jacobo I lo conocieran de nada. De hecho, Shakespeare fue el único entre todos los poetas isabelinos que guardó silencio a la muerte de la reina.
Durante los primeros años de reinado de Jacobo I parece que Shakespeare estaba en Stratford mientras sus obras se representaban en Londres. ¿Cómo es posible que el autor y actor principal de la Compañía de los Hombres del Rey estuviera ausente?
Hay unos 70 documentos sobre Shakespeare pero todos son extra literarios; nos lo presentan como hombre de negocios, empresario teatral, actor de reparto, moroso en el pago de impuestos etc… Es posiblemente el único autor de la época del cual no hay una sola evidencia de su carrera como escritor. Ni siquiera en su pueblo natal, al que se retiró, parece que nadie lo reconociera como poeta; ni su yerno, ni el poeta Michael Drayton ni el historiador William Camdem. Ningún escritor contemporáneo lo reconoce como autor durante su vida; y cuando murió en 1616 nadie pareció darse cuenta. Ni Heminges, Condell o Burbage, mencionados en su testamento se hacen eco del fallecimiento.
En el Manifiesto por la duda razonable, los abajo firmantes no niegan ni afirman. Cada uno de ellos tiene sus opiniones al respecto pero todos juntos expresan sus dudas y terminan declarando que el tema de la identidad de William Shakespeare debería ser debatido en el ámbito académico, y parece que algún camino se ha andado ya que actualmente dos universidades, una en Londres y otra en EEUU ya incluyen en sus programas sendos masters sobre la autoría.
La SAC lanzó a la opinión pública la Declaración de duda razonable acerca de la identidad de William Shakespeare avalada por casi 300 firmas (hoy son 1547 los firmantes, incluyendo a Michael York y Jeremy Irons entre otros).
El documento de la declaración afirma no estar en contra de la atribución tradicional de las obras de Shakespeare pero pone de manifiesto que las evidencias que la avalan son insuficientes. Su objetivo es abrir el debate de la autoría en los ámbitos académicos sin decantarse claramente por ninguna de las teorías existentes.
La versión oficial que identifica a Mr. Shakspere (grafía habitual utilizada para diferenciar) de Stratford con el autor se sustenta en cuatro evidencias:
En cuanto a las pruebas del First Folio, ni Jonson ni Digges escribieron en vida ni una sola referencia acerca de Shakespeare. Parece curioso si era verdad que le profesaban tal admiración. Solo se conserva una lista de reparto de 1616 en la que Jonson cita a Shakespeare como actor en una de sus obras.
Respecto a los actores, ninguno de ellos era escritor y hoy, muchos especialistas dudan que fueran ellos quienes escribieron los pasajes que se les atribuyen.
Por último, el monumento de Stratford si parece evidente que alude a un escritor, si bien el que vemos hoy difiere bastante del erigido a comienzos del siglo XVII. Según un dibujo de 1634 representaba a un hombre con un gran bigote caído, sosteniendo un saco de lana.
Posteriormente se restauró, se le hizo un lifting y se le añadió la pluma, más acorde con su oficio de escritor que el saco.
Eso si, ganó algo de peso con el cambio. La inscripción no nombra nada que lo relacione con el autor. Los epitafios de otros escritores de la época si contienen alusiones a su oficio.
No se conservan obras ni poemas de su propia mano, ni siquiera correspondencia a pesar que su vida discurrió entre dos lugares relativamente lejanos.
Solo tenemos seis firmas inconsistentes y temblorosas en documentos legales. Da la sensación de que tenía dificultades para escribir su propio nombre hasta el punto de que hay quien piensa que fueron escritas por un abogado. Tres de estas firmas están en el famoso testamento en el que deja su segunda mejor cama a su esposa. No se mencionan libros, ni obras ni efectos literarios o instrumentos musicales. Deja regalos a algunos compañeros actores pero son textos interlineados lo que evidencia que se acordó después. En todo caso demuestra que tenía que ver con el teatro, no que fuera escritor. Ni siquiera nombra a Richard Field de Stratford que imprimió los poemas que le hicieron famoso.
El hombre de Stratford creció en un pueblo agrícola. No consta que viajara a ningún lado. Sus padres firmaban con una marca y de sus hijas, solo la mayor era capaz de escribir su nombre a duras penas. No hay ningún dato que confirme que asistió a la escuela local y desde luego su nombre no aparece en los listados de alumnos de las dos universidades de la época.
Los stratfordianos aseguran que la educación recibida en la escuela de gramática de su pueblo natal podía haber sido más que suficiente pero de las obras de Shakespeare se deducen conocimientos de literatura clásica, medicina, leyes, táctica militar, técnica naval, historia antigua, botánica, filosofía, cetrería, equitación, astronomía, geografía, heráldica, vida cortesana y etiqueta nobiliaria inglesa, francesa e italiana… quizá demasiado para una escuela de pueblo. Muchos de estos conocimientos eran exclusivos de las clases altas e incluso algunas de las obras en latín, griego, español o francés que constituyen las fuentes shakesperianas aún no habían sido traducidas (El Hamlet de Belleforest entre ellas). No es que un aldeano no pudiera acceder a esa formación, lo raro es que lo hiciera sin dejar ninguna huella. Los libros eran caros y difíciles de conseguir, excepto en las universidades. No consta que poseyera libro alguno ni hay documentación que muestre que recibiera ningún pago por escribir ni que tuviera ningún patrocinador. Los mecenas de otros autores famosos no hablan nunca de Shakespeare y los propios autores no dicen conocerle hasta 1623.
Frente a la idea de que fue una figura pública importante no consta que Isabel I o Jacobo I lo conocieran de nada. De hecho, Shakespeare fue el único entre todos los poetas isabelinos que guardó silencio a la muerte de la reina.
Durante los primeros años de reinado de Jacobo I parece que Shakespeare estaba en Stratford mientras sus obras se representaban en Londres. ¿Cómo es posible que el autor y actor principal de la Compañía de los Hombres del Rey estuviera ausente?
Hay unos 70 documentos sobre Shakespeare pero todos son extra literarios; nos lo presentan como hombre de negocios, empresario teatral, actor de reparto, moroso en el pago de impuestos etc… Es posiblemente el único autor de la época del cual no hay una sola evidencia de su carrera como escritor. Ni siquiera en su pueblo natal, al que se retiró, parece que nadie lo reconociera como poeta; ni su yerno, ni el poeta Michael Drayton ni el historiador William Camdem. Ningún escritor contemporáneo lo reconoce como autor durante su vida; y cuando murió en 1616 nadie pareció darse cuenta. Ni Heminges, Condell o Burbage, mencionados en su testamento se hacen eco del fallecimiento.
En el Manifiesto por la duda razonable, los abajo firmantes no niegan ni afirman. Cada uno de ellos tiene sus opiniones al respecto pero todos juntos expresan sus dudas y terminan declarando que el tema de la identidad de William Shakespeare debería ser debatido en el ámbito académico, y parece que algún camino se ha andado ya que actualmente dos universidades, una en Londres y otra en EEUU ya incluyen en sus programas sendos masters sobre la autoría.
- la aparición del nombre Shakespeare (a menudo Shake- speare) en las portadas de poemas y obras publicadas durante su vida
- los textos de Ben Jonson y Leonard Digges incluidos en la primera compilación de las obras (First Folio) aparecida en 1623, siete años después de la muerte del Bardo. Jonson se refiere a él como el dulce cisne de Avon y Digges nombra su monumento en Stratford
- en tercer lugar, los actores Heminges y Condell, que se encargaron de la edición lo señalan como autor de las 36 obras
- por último el propio monumento erigido en su pueblo natal
En cuanto a las pruebas del First Folio, ni Jonson ni Digges escribieron en vida ni una sola referencia acerca de Shakespeare. Parece curioso si era verdad que le profesaban tal admiración. Solo se conserva una lista de reparto de 1616 en la que Jonson cita a Shakespeare como actor en una de sus obras.
Respecto a los actores, ninguno de ellos era escritor y hoy, muchos especialistas dudan que fueran ellos quienes escribieron los pasajes que se les atribuyen.
Por último, el monumento de Stratford si parece evidente que alude a un escritor, si bien el que vemos hoy difiere bastante del erigido a comienzos del siglo XVII. Según un dibujo de 1634 representaba a un hombre con un gran bigote caído, sosteniendo un saco de lana.
Posteriormente se restauró, se le hizo un lifting y se le añadió la pluma, más acorde con su oficio de escritor que el saco.
Eso si, ganó algo de peso con el cambio. La inscripción no nombra nada que lo relacione con el autor. Los epitafios de otros escritores de la época si contienen alusiones a su oficio.
No se conservan obras ni poemas de su propia mano, ni siquiera correspondencia a pesar que su vida discurrió entre dos lugares relativamente lejanos.
Solo tenemos seis firmas inconsistentes y temblorosas en documentos legales. Da la sensación de que tenía dificultades para escribir su propio nombre hasta el punto de que hay quien piensa que fueron escritas por un abogado. Tres de estas firmas están en el famoso testamento en el que deja su segunda mejor cama a su esposa. No se mencionan libros, ni obras ni efectos literarios o instrumentos musicales. Deja regalos a algunos compañeros actores pero son textos interlineados lo que evidencia que se acordó después. En todo caso demuestra que tenía que ver con el teatro, no que fuera escritor. Ni siquiera nombra a Richard Field de Stratford que imprimió los poemas que le hicieron famoso.
El hombre de Stratford creció en un pueblo agrícola. No consta que viajara a ningún lado. Sus padres firmaban con una marca y de sus hijas, solo la mayor era capaz de escribir su nombre a duras penas. No hay ningún dato que confirme que asistió a la escuela local y desde luego su nombre no aparece en los listados de alumnos de las dos universidades de la época.
Los stratfordianos aseguran que la educación recibida en la escuela de gramática de su pueblo natal podía haber sido más que suficiente pero de las obras de Shakespeare se deducen conocimientos de literatura clásica, medicina, leyes, táctica militar, técnica naval, historia antigua, botánica, filosofía, cetrería, equitación, astronomía, geografía, heráldica, vida cortesana y etiqueta nobiliaria inglesa, francesa e italiana… quizá demasiado para una escuela de pueblo. Muchos de estos conocimientos eran exclusivos de las clases altas e incluso algunas de las obras en latín, griego, español o francés que constituyen las fuentes shakesperianas aún no habían sido traducidas (El Hamlet de Belleforest entre ellas). No es que un aldeano no pudiera acceder a esa formación, lo raro es que lo hiciera sin dejar ninguna huella. Los libros eran caros y difíciles de conseguir, excepto en las universidades. No consta que poseyera libro alguno ni hay documentación que muestre que recibiera ningún pago por escribir ni que tuviera ningún patrocinador. Los mecenas de otros autores famosos no hablan nunca de Shakespeare y los propios autores no dicen conocerle hasta 1623.
Frente a la idea de que fue una figura pública importante no consta que Isabel I o Jacobo I lo conocieran de nada. De hecho, Shakespeare fue el único entre todos los poetas isabelinos que guardó silencio a la muerte de la reina.
Durante los primeros años de reinado de Jacobo I parece que Shakespeare estaba en Stratford mientras sus obras se representaban en Londres. ¿Cómo es posible que el autor y actor principal de la Compañía de los Hombres del Rey estuviera ausente?
Hay unos 70 documentos sobre Shakespeare pero todos son extra literarios; nos lo presentan como hombre de negocios, empresario teatral, actor de reparto, moroso en el pago de impuestos etc… Es posiblemente el único autor de la época del cual no hay una sola evidencia de su carrera como escritor. Ni siquiera en su pueblo natal, al que se retiró, parece que nadie lo reconociera como poeta; ni su yerno, ni el poeta Michael Drayton ni el historiador William Camdem. Ningún escritor contemporáneo lo reconoce como autor durante su vida; y cuando murió en 1616 nadie pareció darse cuenta. Ni Heminges, Condell o Burbage, mencionados en su testamento se hacen eco del fallecimiento.
En el Manifiesto por la duda razonable, los abajo firmantes no niegan ni afirman. Cada uno de ellos tiene sus opiniones al respecto pero todos juntos expresan sus dudas y terminan declarando que el tema de la identidad de William Shakespeare debería ser debatido en el ámbito académico, y parece que algún camino se ha andado ya que actualmente dos universidades, una en Londres y otra en EEUU ya incluyen en sus programas sendos masters sobre la autoría.
Vaya... yo he estado en Stradford, he visitado su tumba y he visto la escultura que hay al lado de la tumba (bastante fea, por cierto) y que está documentado que la encargó y pagó su familia (su hija mayot y marido). Pues bien, en esa escultura se le representa como escritor (con la pluma en la mano). O sea, que aalmenos su familia sí que sabia que era escritor, aunque parece que nadie más lo sabía, si hemos de hacer caso del artículo y de los que creen en las eorias de la conspiración.
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