Searching...
lunes, mayo 31
12:24

Raymond Depardon: La foto y el documento

Con motivo de la inauguración de AlhóndigaBilbao se presenta la exposición “Tierra Natal. Otro lugar comienza aquí” patrocinada por la Fondation Cartier pour l´art contemporain y que reúne el trabajo de Paul Virilio y Raymond Depardon en torno a la idea de identidad-lugar. Este artículo reflexiona sobre la instalación Hear them speak de Raymond Depardon.

Con la instalación Hear them speak Raymond Depardon (fotógrafo y documentalista) no pretende realizar una taxonomía completa de pueblos en extinción, sino una documentación de identidades que se sitúan “fuera de los márgenes de la globalización”





Como si de una cartografía de la desaparición se tratara la cámara se traslada a:
  • Chile (Mapuches y Kawésqar), 
  • Bolivia (Chipaya y Quechuas), 
  • Brasil (Guaraníes y Yanomami
  • Etiopía (Afar
  • y Francia (Bretón y Occitano
para recoger los testimonios de vida que van desgranando personas a las que se identifica mediante su adscripción a un grupo étnico determinado, con sus nombres y apellidos. Cada uno de ellos nos vehicula uno y el mismo mensaje en su lengua materna, considerando el idioma no solo como una herramienta comunicativa sino como un modo de declinar el ser.

Tal y como ya vimos en La vida moderna (2008) en Hear them speak vuelve a la esencia de la imagen, a un trabajo más fotográfico.
Repite el mismo esquema con pequeñas variaciones en cada uno de los episodios:  
  • un largo plano fijo en el que la cámara se sitúa frontalmente y nos presenta el lugar (el hogar) encuadrado simétricamente; 
  • salto a una nueva fotografía/plano que se acerca a una escena cotidiana, detalles como el de la mujer guaraní barriendo junto al tocón de lo que fue un gigantesco árbol y, al fondo, una carretera en hora punta (el hacer); 
  • plano corto de personaje (el quién); 
  • nuevo plano abierto y fijo del espacio
Planteando cada episodio en un tempo circular.

















Esta concatenación de fotografías filmadas nos remiten al “cine de observación” (descendiente del “direct cinema”) cuya finalidad última es la de transferir al espectador un acontecimiento puro, sin manipulación a través de una imagen estática que registre, sin modificaciones, la realidad. 

Es conocida la querencia de Depardon al trabajo en solitario, utilizando un mínimo de recursos técnicos. En esta ocasión a contado con su colaboradora habitual Claudine Nougaret para recoger el sonido. Una cámara y un pequeño equipo de sonido, suficiente para “intervenir” lo menos posible en la realidad. 
Sin embargo, el espectador queda avisado desde el comienzo que lo que ve no es realidad pura, sino filmación. Y nos lo hace saber desde el principio, cuando la mujer mapuche pregunta si debe seguir hablando, no escuchamos la respuesta, pero sabemos que su interlocutor está detrás de la cámara. Es la búsqueda de la honestidad, con el protagonista y con el espectador.
                                                                 
Estas largas secuencias de cámara fija sólo se interrumpen cuando Depardon tiene que captar su lugar mítico: África. En la tribu de los Afar (Etiopía) la cámara se mueve, como si le resultara imposible captar el todo nos lleva de un rostro al otro, nos ofrece un pausado travelling del paisaje que tanto ama. Y el mensaje se transforma en canción.

De alguna manera, en Hear them speak están presentes sus dos modos de rodar, el más intervencionista (que se acercaría a sus trabajos cámara al hombro como en San Clemente, Urgencias…) que, atemperado, nos presenta en la tribu afar; y el más poético, el que realiza el Depardon fotógrafo y aparece en el resto del documental.
Como humanista que es, el acercamiento al sujeto se realiza desde el respeto, salvaguardando siempre la dignidad del otro. El otro no es lo exótico, es alguien con quien poner en práctica una dialéctica de lo cercano y lo lejano (yo y él) con el fin de descubrir nuestras identidades. El posicionamiento de Depardon es, por tanto, propio de un pensamiento poscolonial que conectaría con el discurso de Edward Said (“Orientalismo” 1977).
Los cortos planos en los que encuadra al sujeto hace que nos confrontemos directamente con su rostro, creando una atmósfera de intimidad no cómplice. Siempre se mantiene una cierta distancia que permite que la alteridad del otro nos sorprenda y nos haga preguntarnos sobre nuestra identidad, nuestro lugar y nuestra lengua. 
A todo esto contribuye la acertada elección de los protagonistas que desde la serenidad y la sorpresa por nuestra ignorancia argumentan, denuncian y defienden el derecho a la supervivencia de sus pueblos. En estas breves secuencias Depardon “da tiempo a la palabra”, y a los pequeños gestos, y a sus silencios y cuando el sujeto cesa de hablar tenemos la sensación de haber entendido sus emociones, de haber conectado con su particular concepción del espacio y el tiempo.


Esta reivindicación de lugares e identidades, de arraigos y desarraigos fotografiados por una “mirada neutra” no esconde el posicionamiento de su autor, siempre a favor de la defensa de la tierra natal.


En la biografía de Depardon hay dos elementos fundamentales que nos hacen comprender su postura. El primero se refiere a su propia experiencia como hijo de granjeros a los que “el futuro” les arrebata su hogar, la granja Le garet. El propio Depardon lo explicaba en la presentación del proyecto: 
“Una de las razones de toda mi rabia o resistencia es que la autopista se situaba muy cerca de la granja Le garet y lo destruyó todo. Mi padre luchó durante mucho tiempo, un poco como los Yanomamis… es una causa perdida porque se continuarán inventando nuevas leyes…”.
El segundo a su deseo de ser como Walker Evans, uno de los grandes fotógrafos de la depresión americana de los años 30 y uno de los mejores propagandistas de la causa del New Deal (Evans participa en el programa fotográfico que la Farm Security Administration lleva a cabo entre los años 1935-44 destinado a retratar la pobreza del mundo rural para concienciar a la población de la necesidad de los cambios estructurales que pretendía la administración Roosevelt).
De Walker Evans recoge el interés por visibilizar a las minorías pero carece de su entusiasmo, de su creencia en que las cosas pueden mejorar. Ese escepticismo en el futuro hace que, a pesar del delicado acercamiento a los sujetos, su obra deje en el espectador la clara sensación de que ha asistido a una despedida, al testimonio último de unos seres humanos que morirán en el olvido. Es el postrer homenaje a aquellos que luchan por una causa perdida.


Raymond Depardon representa el actual “artista etnógrafo”, un artista que investiga en las cuestiones de la identidad, los estratos de la historia, el conocimiento ancestral, las raíces compartidas; un artista que se desplaza para observar y captar los testimonios en la propia Tierra Natal de sus protagonistas.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos un par de líneas y charlamos.

 
Back to top!