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lunes, mayo 3

El retrato de Alberto Schommer

Schommer define el retrato como “el hecho más importante dentro de la fotografía(1). Este artículo es un análisis crítico sobre la significación del retrato en su obra.

El propio Schommer nos desvela el leit motiv de sus retratos:
 “quiero sobre todo descubrir al hombre” (2)
Y para ello articula un proceso creativo en el que intenta revelar las estructuras – tan distintas y, sin embargo, tan vinculadas- de aquello que aparece (el rostro de su modelo) y de su sentido intrínseco (el ser de ese sujeto), sintetizando ambas en una estructura unitaria que le permite el acceso al conocimiento. 
En otras palabras, los retratos de Schommer nos muestran la conexión que une el fundamento del ser del sujeto retratado y su naturaleza singular gracias a la mediación del arte y la poesía.
La forma en que se enfrenta al retrato encuentra su principio constitutivo en las relaciones de “lucha”, que el autor describe como un:
 “Enfrentamiento consentido de dos personas poderosas que se observan activamente”(3)

En este enfrentamiento descubre al otro como una realidad distinta, libre y autónoma. Y al aceptar al otro como “algo diferente” accede de lleno al orden moral. Pero, además, esa “observación activa” le permite acceder al saber (utilización del otro como instrumento), saber que me permite reconocerme a mí mismo, y cuando me reconozco se que soy. Un tout de force que nos dona conocimiento del ser humano.
Este enfrentamiento debe entenderse también como una dialéctica fotógrafo/modelo, en el que el retratado es tomado en cuenta. 
“Un retrato es una compulsión de fuerzas, de tensiones construidas en un largo tiempo de conocimiento, diálogo y aceptaciones”(4)

Y, cuando el enfrentamiento se consuma, el retrato aparece como reconciliación. En este espacio de mutuo reconocimiento de las carencias inherentes al individuo se consuma el acto amoroso que constituye el elemento necesario de la sociedad moral.
“El fotógrafo… es un humanista, un poco filósofo, un poco político y un mucho intuitivo. Pero lo que haga, como todo autor, debe hacerlo con esfuerzo, dolor, tensión dramática y mucho amor”(5)
En todo este proceso el amor es el principio de acción, como positividad que cataliza la acción, como base empírica del conocimiento y como principio de toda comunidad.
No podemos dejar de mencionar que en los retratos de Schommer se incluye siempre un rasgo unamuniano: el de la lucha perpetua entre el carácter contingente del ser humano y su pretensión de elevación. Un combate entre la nada y la eternidad que le hace centrarse obsesivamente en el tema del Tiempo. Es como si tratara de autoafirmarse a través del tiempo para reconocer su humanidad.
Cuando Schommer crea un retrato su objetivo es salvar la dignidad del hombre, por ello en sus fotografías el rostro humano no es una máscara, no se busca el aspecto grotesco.
En el fondo, lo que se intenta es aunar el arte y la verdad, pretendiendo fusionar el universo filosófico y el estético para crear un mecanismo humano, vital que ofrezca un tipo de arte alejado del mimetismo y del histrionismo.

Notas:
“Elogio a la fotografía” es el discurso que Alberto Schommer pronunció el 26 de abril de 1998 con motivo de su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y que sirve de apoyo a nuestro artículo.
(1) opus cit. pág 11
(2) opus cit. pág 15
(3) opus cit. pág 11
(4) opus cit. pág 12
(5) opus cit. pág 19

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